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  • Gol Caracol

    Antonio, Manuel, Andrés, Emiliano, cuatro nombres que al decirlos no significan mucho para ustedes. En mí, son invaluables y más frente a lo que siento por Atlético Nacional. Han generado una especie de culto, un mantra que tiene cuatro historias verdolagas atadas al legado que recibí para ser hincha del club que hoy disputa una tercera final de la Copa Libertadores. Hoy, todos los hinchas verdes deben saber que es el partido más importante que se ha jugado el club en el Atanasio Girardot. Yo he visto en vivo las finales del 89 y el 95 pero esta tiene un tinte especial: es en la casa, con un marco impresionante, con el antecedente de una campaña casi perfecta, con el odio y la envidia de gran parte del país, con el cariño y la admiración de la otra gran parte de Colombia, con un equipo que juega muy bien, con el legado de Maturana, de Osorio, de ídolos como René, Aristi, Ángel, la lista es larga, con un técnicazo como Rueda y un cuerpo técnico trabajador, con el apoyo de la Organización Ardila Lulle, con una directiva seria y comprometida, con todo este coctel, lo de hoy es HERMOSO. No será fácil. Es un rival que molesta más que una urticaria, es de esas “agua malas” de mar, fastidian y hay que estar muy alerta. La fiesta está servida, hay fe pero sin triunfalismos. Yo voy armado de este mantra, lo repito en partidos muy especiales cuando la situación ha estado al borde del caos y me ha funcionado. Me salió en el gol de Valoy al Junior, en los penales contra Equidad, en los penales contra los tiburones y en muchos otros partidos. Lo repito, lo digo muchas veces mentalmente mirando al cielo: “Antonio, Manuel, Andrés, Emiliano, ayuda, verdolagas, ayuda que ustedes aman esto. Antonio, Manuel, Andrés, Emiliano. Antonio, Manuel, Andrés, Emiliano…” Y así sucesivamente… Esta es la historia: Antonio Rios. Era mi abuelo paterno, murió en 1969. El papá de mi padre Juan Guillermo Ríos. Yo no había nacido, nunca lo conocí. Era pintor de brocha gorda y junto a mi abuela Cecilia luchó por sacar adelante a once hijos en la comuna de Villahermosa, al son de mucha pobreza pero con grandes valores y una férrea disciplina antioqueña. Me cuentan mis tíos que Antonio desde niño contaba de su pasión por Nacional. A él le tocó cuando se llamaba Atlético Municipal. Ya casado iba al estadio Atanasio Girardot cuando tenía dinero, y, cuando no podía entrar, se quedaba en las afueras tomando cerveza con los amigos, oyendo el partido. Sus dos hijos mayores, Óscar y Jairo (mis tíos), lo acompañaban al estadio. Antonio los llevaba para inyectarles el amor por Nacional y para otra misión: ingresar media botella de guaro para darle diversión al asunto. En ese tiempo no esculcaban ni a los niños, ni a las mujeres. Todo dentro del marco de un ambiente “sano”. Luego empezaron a ir con el abuelo otros hijos que fueron creciendo: mi padre Juan Guillermo, los tíos Jaime Humberto, Mauricio y Sergio, las tías Luz Marina, Gloria y Edilma. Murió con tan solo 50 años. Ya todos sus hijos tenían el amor y el fervor por el amado verde de la montaña. Manuel López. Mi tío Manuel me conoció cuando yo era un bebé. No lo recuerdo. Me cuenta mi madre que era muy pintoso, le iba muy bien con las mujeres, era culto, salsero, y de una personalidad arrolladora. Jugaba muy bien al fútbol y era hincha a morir de Atlético Nacional. El 16 de diciembre de 1976 se despidió de mi abuela Emilia y de mi tío Chocho y se fue para el estadio a ver al verde. Iba en su moto, salió en ella después de la victoria de Nacional y decidió acompañar a un amigo que iba en otra moto. En la oscuridad del sector que hoy llamamos Tricentenario, no vio el separador y se fue contra un poste. Murió de inmediato. La familia quedó devastada y hoy, en cada tertulia familiar, lo recordamos. Yo lo recuerdo en mi mente, en mi mantra, en mi corazón verdolaga. Andrés Escobar Es el gran Andrés. Uno de mis máximos ídolos y referentes en la vida. Sobran más letras al respecto… Emiliano López Mi abuelo materno. Con el compartí muchos diciembres. De profesión mecánico, escultor, literato por naturaleza, escritor de cuentos, poemas y empírico cantante de zarzuelas y óperas. Cejeño de raíz y abolengo. Junto a la abuela Emilia sacó adelante 11 hijos. Emiliano era de voz potente, de gran porte, alto, de patillas gruesas e inspiraba un gran respeto. Nunca conoció el mar y nunca pisó el estadio Atanasio Girardot. Cuando estaba en su casa en La Ceja y se transmitía un partido de Nacional por televisión o radio, Emiliano se sentaba y llamaba a algunos de sus hijos con una frase: “Mijooo, venga que va a empezar una sinfonía porque el glorioso Nacional va a jugar”. Así adoctrinó al tío Chocho, a la tía Tere y a mi madre, que divide su corazón entre el Nacional de Pote y el Millos de Juanchito, mi hermano. Emiliano se nos fue un 21 de marzo de 1999. Partió dos meses después de la muerte de la abuela Emilia. El amor hace que uno siga a ese amor a donde vaya… Un gran verdolaga Emiliano. Nunca vio al equipo en vivo, yo lo hago por él. “¡Antonio, Manuel, Andrés, Emiliano!”, es mi mantra que hoy rugirá como nunca. Ustedes deben tener el suyo. Hoy es el día, hoy es nuestro 27, hay que darlo todo. Todos juntos, la hinchada y los jugadores, sin parar. ¡Te amo Atlético Nacional de mis ancestros y legado de que le doy a mi hija Mariana! Seguir a @poterios

  • Gol Caracol

    La historia no discutirá que César Pastrana es el presidente más exitoso de Independiente Santa Fe; dos títulos de liga, dos superligas y una Copa Sudamericana, además de una semifinal de Copa Libertadores en el 2013. Pero no solo los logros deportivos del conjunto cardenal fueron mérito del dirigente, sino también su acción para que el equipo se recuperara económicamente cuando estaba en una profunda crisis administrativa. Estos logros de Pastrana lo han puesto dentro del sentimiento del hincha. También han hecho que el mismo aficionado de Santa Fe no sea conformista, que quiera más y eso, hasta cierta medida, no está mal. En este proceso ha estado Omar Pérez, el capitán y referente del equipo; otro héroe para los santafereños, que cuando salga de la institución seguramente tendrá una despedida por lo grande, como lo merece. Pero desafortunadamente tanto Pastrana y Pérez, y como lo comenté hace unos días con una persona, están teniendo más hinchada que el propio Santa Fe, y ahí es cuando algo anda mal. Pelusso y Pérez, el inicio de la tormenta Tras el problema de Omar Pérez con Gerardo Pelusso, Pastrana tomó una decisión popular: respaldar al jugador argentino y aceptar la renuncia del técnico, quien recibió insultos por parte de la hinchada un día antes del clásico contra Millonarios. El presidente decidió hacerle caso a los barristas: respaldar al jugador y dejar por fuera a Pelusso, quien además de renunciar, no tuvo una buena relación con el futbolista que en varias ocasiones hizo dar a entender que recibió maltratos y que no era justo para él tras su gran trayectoria en el club, que por eso renunciaba. La renuncia no fue en serio y apenas se fue Pelusso, Pérez continuó en el equipo. Una total pataleta. En ese momento, Pastrana buscó a Gustavo Costas, quien había dejado el equipo seis meses atrás. El argentino no regresó a Santa Fe porque estaba en Atlas y el club mexicano no lo dejó ir; unos meses después, el club mexicano lo despidió por malos resultados. El descarte de Pastrana Entonces llegó el descarte. ¡Sí! Descarte, porque eso fue Alexis García para César Pastrana. Cuando lo presentó, el presidente de la institución aceptó que había buscado a Costas y que por eso decidió llevar al técnico de 56 años, sin pensar el problema que esto traería. La hinchada, desde el primer día, resistió a García. Al DT le pusieron a Gerardo Bedoya como integrante del cuerpo técnico, una maniobra de Pastrana para que existiera una comunión entre la afición y García. Pero la decisión no dio resultado. En los primeros cinco partidos de García, el equipo ganó, pero existían las críticas hacia el DT. ¿Por qué los hinchas de Santa Fe no lo querían? Sencillo, su pasado como jugador y técnico en Atlético Nacional y en una segundo plano, por su estilo de juego defensivo y temeroso. Además Santa Fe fue eliminado de la Copa Libertadores en la fase de grupos con Cerro Porteño en Paraguay. Un total fracaso para el campeón de la Sudamericana y situación en la que el señalado fue García. El equipo no jugaba a nada, pero tampoco tenía una nómina competitiva para pelear por el título continental, un error que en gran porcentaje se debe a Pastrana. Llegó la salida de García de Santa Fe, quien a pesar de no dar buenos resultados en los partidos del equipo en momentos claves, fue manoseado por Pastrana y tampoco existió respaldo por parte de los jugadores; un claro hecho que dentro del vestuario varios no estaban conformes con el técnico, quien en cierto grado también tiene su responsabilidad al recibir un equipo que estaba caliente en el vestuario con la discusión de Pérez y Pelusso, y que dejó bandos divididos. Con la continuidad de Pérez, el mensaje implícito fue claro: acá, Pérez está por encima de todos y García aceptó los términos y condiciones. Llegada de Costas, ¿el inicio de la calma? Con la llegada de Costas, el ánimo dentro de la afición cardenal cambió. El técnico argentino, quien logró una Liga y una Superliga, es querido por la hinchada, pero tiene un gran reto: volverle la alegría al equipo, que dentro del terreno de la cancha exista una identidad; ya sea ofensiva, de controlar el balón o defensiva, como la de Pelusso, pero que el hincha de Santa Fe sepa a lo que va jugar el equipo. Costas ya dio indicios sobre cómo va jugar, dijo para El Espectador que le apostaría al 4-3-1-2, con un enganche neto y ahí viene la gran duda, ¿quién jugará de 10? He leído muchos comentarios y esquemas que hacen los hinchas. Ponen a Omar y a Kevin Salazar, pero es difícil, porque un jugador como Salazar no se puede desnaturalizar de su puesto. Contra Envigado, el 2-3-1 que usó Gerardo Bedoya, técnico interino, no funcionó en generación de juego, ya que Santa Fe, a pesar de terminar ganando 2-0 con errores del rival en el primer tiempo, nunca tuvo una clara opción de gol por creatividad o generación de juego. Cuando salió Omar, se vio a un mejor Kevin Salazar, quien se juntó con Jonathan Gómez y crearon una muy buena jugada colectiva que por poco termina en gol. Vienen muchas competencias y de seguro Costas rotará la nómina, pero habrá un equipo base y el cual debe ser conducido por el joven bogotano de 20 años; está en un mejor nivel que Omar y no puede ser reemplazado o movido a otra posición para que el capitán juegue. Salazar se perfila como el enganche del equipo, con tres volantes atrás de él y dos delanteros arriba. Esto, más que una opinión, es una breve radiografía del Santa Fe de los últimos cuatro meses, que ha tenido a tres distintos directores técnicos. Los problemas internos lo sabrán los implicados y sabrán cómo actuaron, pero no hay que negar que todo gira en torno de Omar Sebastián Pérez y César Pastrana, que embriagados de triunfos, llegan al límite de la soberbia y perjudican a más de uno. Para terminar… Hace unos meses, César Pastrana confirmó que abandonaba la institución en diciembre. Después del clamor popular de la hinchada, echó para atrás su decisión y afirmó que continuaría como presidente de la institución para el 2017. Sin lugar a dudas, otro acto de populismo que midió el aceite de los seguidores del conjunto cardenal en redes sociales. Allí el presidente y Omar Pérez siempre son defendidos por twitteros que terminan enviando a la hoguera al que piense diferente que ellos. Jhon Álvaro Clavijo / Twitter: @siperohoyno

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    Ni estoy en terapia con el psicólogo, ni asisto a una iglesia cristiana, ni vivo pregonando la paz para el mundo, ni me convertí en un ser de luz. Hace tiempo me cansé de llenarme de energía negativa de otros por cuenta de la afición al fútbol, sufrir por los éxitos de los rivales deportivos y sentarme a esperar lleno de ansiedad el fracaso de otros. Un partido en 1989 por una Copa Libertadores desató una espiral irremediable de odio deportivo y regional que me alcanzó a copar las prioridades en el cruce de pensamientos cotidianos. Ni qué decir la manera como se ibaa llenando la cabeza de sentimientos negativos en los días previos a los partidos. Cobrar una supuesta deuda pendiente no puede convertirse en el quehacer como hincha del fútbol. Es inherente a la naturaleza del hincha de fútbol el deseo por la desventura del clásico rival, le ocurre a todos los que aman unos colores. Queremos que lo nuestro sea lo que obtenga el triunfo, a veces a como dé lugar. Pero detrás de eso viene un elemento más fuerte que supera todo aquello que en la casa le enseñaron a uno en la casa sobre el respeto y es todo lo que implica manifestar un intestino rechazo a cualquier cosa o situación que represente al rival deportivo. “ granhijueputa”, es el saludo más frecuente en una tribuna de fútbol, por no decir las alusiones a la raza o religión. Cámbienlo por mencionarle a un jugador o a un hincha del equipo rival el deseo frenético sexual contra la mamá, hermana, hija. En todos los estadios del mundo se putea, claro. Es nuestro circo romano de estos tiempos en donde al cristiano sobre la arena le cabe cualquier insulto. Y todo empeoró cuando los asistentes al circo se dividieron en dos facciones. Hay una gran subjetividad en la interpretación de una jugada de partido por parte de un hincha. De cualquier equipo, de cualquier liga, de cualquier país. Cualquier parámetro de educación y tolerancia que enseñan en la casa desaparece de inmediato para dar paso a una seguidilla de agravios contra el árbitro, contra el equipo rival, contra el hincha del equipo rival. Todo con una enorme dosis de odio que de tenerse de frente al señalado en un sitio público, solo y sin estadio de por medio, no se le diría lo mismo o por lo menos no con esas formas. El 'efecto grupo' se toma un estadio y es el burladero desde el cual se manifiesta al equipo rival-hincha-árbitro e incluso al jugador o DT propio que se equivoca lo que de frente no somos capaces. Somos pésimos autocríticos y horribles a la hora de saber burlarnos de nosotros mismos. Burlarse en Colombia es bacano siempre y cuando sea para hacerlo con el otro, no con uno porque quién dijo miedo, ‘qué le pasa malparido’. Nos burlamos de la desgracia del hincha del equipo rival pero cuidadito con tocarme a mi amado porque ‘véngase a ver triplehijueputa y nos matamos a lo que marque’. Prima 'enrostrar' al otro su fracaso con tono pendenciero y de ver sangre, a veces literalmente. Una cosa es cargar al rival con burlas y que éste las entienda en el juego tácito de los hinchas, es normal y divertido. Pero en el hincha promedio falta picardía, lectura, mente rápida y amplia para responder con genialidad como catarsis para procesar esas cosas del folclor del fútbol. Hay unos códigos que nadie que se llamara hincha de fútbol debería violar, por ejemplo, estadio para la hinchada local. Razonable o no, los que vamos a fútbol con regularidad sabemos que existe, la aceptamos y por ello no osamos a entrar a un estadio rival si no hay tribuna para el visitante. Uno no va y ya. Pero hay tercos que ‘bien camuflados’ persisten en su propósito y los resultan sacando a puños y patadas, casi siempre con la mirada pasiva de la autoridad. Es decir, todo mal: vías de hecho. No estoy de acuerdo en provocar a una hinchada rival entrando camuflado a un estadio visitante habiendo advertido que solo hinchada local. Pero menos lo estoy con quienes acuden a las vías de hecho generalmente con violencia para sacar a alguien de una tribuna de un estadio. Y no lo estoy porque creo que esa no es la forma de solucionar las cosas. Uno no puede señalar a un político feroz en sus formas cuando avala o alienta esas acciones. Tampoco es alentar la falta de respeto con los colores del equipo propio, ni de ausencia de solidaridad con los pares futbolísticos. Menos de esperar que un estadio sea un campamento de verano en donde los hinchas no celebren los goles de sus equipos ni nadie se pare a reprochar la actitud floja de un jugador. Son cosas diferentes. Renuncié a ver un partido de fútbol con sentimientos de odio en el estadio donde juega mi equipo, en un estadio visitante, en un bar, en la sala de mi casa o en la casa de un hincha de otro equipo que no sea el mío. El fútbol trae una cantidad de odio consigo que uno como hincha NO debería heredar, menos si hay hijos de por medio que comparten con uno la misma pasión. Porque, ¿está bien transmitirle a un hijo el mensaje de odio directo o cifrado hacia otro equipo? ¿hacia una persona que nació en otra ciudad? Por cuenta del odio en el fútbol se ha muerto mucha gente, especialmente jóvenes que entendieron que la vida arrancaba y terminaba más que con al amor al equipo propio, con el odio al equipo rival. Por cuenta del odio en el fútbol, la nacionalidad resulta un grave pecado: un boliviano resulta ‘menos cosa’ para un argentino, por ejemplo y resuelve rebajarlo al mote de ‘bolita’. Si odiar en el fútbol fuera una opción o un deber, yo como hincha de Millonarios no debería reconocer a Alejandro Brand como ídolo institucional por el mero hecho de haber nacido en Medellín. Lo debería andar puteando y maldiciendo porque ‘su origen riñe con el mío’. ‘Odiadores’ premium en la historia de la humanidad son los que sobran: odió Hitler, odió la supremacía blanca en Suráfrica, odió Augusto Pinochet y botó a un poco de gente viva al mar amarrada de pies y manos, odió Stalin mandando un jurgo de opositores a Siberia a chupar frío de -40°C, odia Donald Trump a los latinos, odia Álvaro Uribe al que José Obdulio le dice, odió el hooligan alemán que agredió como un desquiciado y le causó daños cerebrales irreversibles a un policía francés en el mundial de fútbol de 1998. Odian los paisas a los rolos. Odia la Guardia Albirroja a Los Comandos Azules. Odian El Barón Rojo a La Avalancha Verde. Y en sentido contrario como diría la reina de belleza. Odian las catervas de hinchas organizados que no dejan entrar público visitante. Odian los que los sacan a los hinchas rivales a las patadas. Odia el hincha que escupe al jugador del equipo rival. Yo me salgo de esa colada de odio en el fútbol. Me aburrió el odio. Que cada quien celebre lo que su equipo gane y se retire a curarse las heridas del alma futbolera con su parche de hinchas sabiendo comer tristeza y sin agredir a otro porque la rabonada no lo deja. Nunca celebraré el éxito deportivo de otro equipo diferente al mío (salvo la Selección Colombia) porque sencillamente no me nace hacerlo, es algo hipócrita, cada equipo (salvo la selección del país) representa a sus hinchas y a nadie más. Pero de ninguna manera me trenzaré en una ola de resentimiento y odio porque a otro le vaya bien y a mí no. Los triunfos de mi equipo los celebro como me dicte la emoción sin necesidad de ir a buscarle la cara de desgracia al otro. Son más complejos los problemas serios de la vida como para que por cuenta del odio por otro el fútbol, tan bacano que es, resulte manchado. Habrá quienes me dirán 'tibio', qué le hacemos.

  • Gol Caracol

    Pocos tienen conocimiento amplio de su trayectoria como jugador y entrenador; al contrario, muchos no tenían ni idea de quién estaba realmente sentado en el banquillo de los lusos. Sin embargo, él desde siempre ha sido conocedor no solo de cada una de la historias de sus jugadores, sino también del lugar dónde está ‘parado’. Voy a intentar explicar el por qué Fernando Santos no solo merecía ganar un título de semejante importancia, sino también por qué él fue la verdadera figura de la Portugal campeona de Francia 2016. A sus 61 años de edad, Santos ha sido exitoso con los tres grandes equipos de su país, lo mismo ha hecho en Grecia, desde el banquillo del AEK, Panathinaikos y PAOK. Ni hablar de su influencia en la selección griega y la histórica participación en el Mundial de Brasil 2014. El luso es conocedor de la fisionomía de los jugadores que dirige. Sabe de dónde vienen, qué les gusta, cuál es su tope como futbolistas y sobre todo conoce cómo tratarlos, ganarse su confianza e inspirar respeto por sus decisiones. Este es el primer punto de su éxito. Poder manejar un camerino con Cristiano Ronaldo como jefe y tenerlos a todos contentos y al CR7 feliz y cómodo, es todo un reto. En su vestuario no existe el egoísmo, no hay rencor y siempre se habla de nosotros, de muchos, de todos. Nunca de uno solo. Ver a Cristiano dar charlas motivacionales, apoyar desde la distancia a sus compañeros de equipo y proponerles la forma de hacer bien las cosas sin que él esté incluido en el plan, es algo que nunca antes visto. Aplausos para él y para su entrenador que supo cómo manejar su personalidad, sus caprichos, su manía con su propia imagen y la enfermiza obsesión de demostrar que es superior para romper récords personales. Convirtió a un crack como Ronaldo, en un jugador de equipo y no obligó al equipo jugar por el individuo. Punto dos: Fernando Santos es un convencido de la teoría de si no puedes ganar un partido, por lo menos no lo pierdas. Y cuando vuelves a este dogma en tu estilo de vida, las cosas empiezan a darse solas. Sus equipos han sido de todo menos flojos, vagos, perezosos. Al contrario, se corre hasta sudar la última gota de sudor que puede extraer el cuerpo, se piensa hasta que la cabeza se estalla y se ejecuta sin miedo, sin temor, sin dudas, sino con convicción, con carácter y determinación. Así se gana en los penaltis, así se gana en la prórroga y así se superan los obstáculos y las adversidades. No es cuestión de suerte. Así como tampoco fue cuestión de suerte el campeonato de Grecia en 2004, con Otto Rehagel como técnico, otro un maestro de la estrategia y la disciplina deportiva. Punto tres: Sacrificar su imagen por el pro de un equipo. Santos siempre ha sido silencioso y sencillo. Alejado de la polémica, de las declaraciones, la prensa, las portadas. Santos ha preferido que le den palo con las críticas de su falta de protagonismo, incluso de juego vistoso, atractivo, y con resultados responder y decir: “espero que el domingo vuelvan a decir que ganamos inmerecidamente”, por ejemplo. Sabe que en el fútbol se trata de respetar y ganar, punto. Nunca queda en la historia el ‘casi’ y después de treinta años el hecho que Gignac se sacó en el área chica a un defensa y el palo le negó el gol, o que Griezmann tuvo para hacer tres o que Alemania jugó un partido idéntico como contra Brasil en el 7-1 en el Mundial de 2014, pero que no le entró el balón nunca. No. Solo queda escrito el resultado final y el título. Fernando Santos tuvo bajo su mando la Portugal menos favorita de los últimos 20 años. Pero los sacó campeones de Europa por primera vez en la historia del país. No tuvo a Vitor Baia, no tuvo a Rui Costa, Figo, Pauleta, Maniche, Andrade, Deco, etc. No, él solo tuvo a Cristiano Ronaldo, a Pepe, a Nani, a Quaresma, a Joao Mário y Renato Sanches de 18 años, con el que además hizo un trabajo formidable en su formación como futbolista. No necesita de figuras, no las quiere, él trabajó con el equipo en su máximo esplendor. Construyó una Portugal despreocupada por su forma de jugar, su imagen y los comentarios de la prensa. Fue un equipo que los mismos lusos no creyeron que iban a lograr algo importante en esta Eurocopa y menos cuando clasificaron de la fase de grupos como terceros. Pero ahí siguieron, fieles en su plan, que al final les ofreció el mejor néctar de su historia, una fiesta para ellos, en tierras ajenas, con recursos de otros. La lección que le dejó Grecia a Portugal en 2004, fue en el 2016 el dogma de los compatriotas de Vasco da Gama. Un triunfo merecido, trabajado y plenamente justo, no desde lo futbolístico, pero sí desde lo filosófico, todo por seguir una idea de vida, de principio a fin. Por: Constantinos Papailias // Twitter: @locogreek

  • Gol Caracol

    Foto: Tomada de elespectador.com

  • Gol Caracol

    Llegamos como animadores y hasta con el rótulo de favoritos a la celebración de los 100 años de la Copa América. Llegamos con la ilusión de mantener la imagen lograda en el mundial de Brasil 2014, inclusive el mantener la estampa de equipo sólido y fuerte mostrada en la última aparición en las eliminatorias suramericanas camino a Rusia 2018 donde con superioridad le ganamos al líder, Ecuador. Sin embargo el balance dejado por nuestra selección después de 5 partidos es triste, sombrío y lleno de dudas, de cara a lo que viene para el combinado tricolor. Muchos objetivos fueron planteados para este certamen. Sin duda el más importante de todos era el aprovechar este torneo corto para medir, probar y afianzar un recambio que viene exigiendo la selección, al igual que preparar algunos jugadores para el próximo compromiso olímpico en Brasil. Otro objetivo planteado fue el generar memoria de juego y aprovechar este mes de tener disponible todos los elementos para trabajar desde lo táctico para ensayar variantes, módulos, repeticiones y afianzar sociedades. Otro objetivo fue el mantener el nivel para llegar a las eliminatorias que se reanudan en septiembre con un estado óptimo y permitir seguir peleando por un cupo al próximo mundial. Sin embargo, después de estos 5 partidos las reflexiones y las preocupaciones son demasiadas. La primera de todas y la que más angustia arroja: El fútbol generado. El balance es pobre: cinco partidos jugados, dos ganados, uno empatado (Definido a favor en la definición por tiros desde el punto penal) y dos perdidos. Seis puntos de quince posibles, 40% de efectividad y la idea de juego e identidad del equipo, venida de más a menos con cada partido jugado. La segunda preocupación: Los errores del cuerpo técnico quienes se equivocaron al tener una corta convocatoria. En momentos de angustia en algunos pasajes de los partidos jugados, si se miraba hacia el banco para buscar una solución inmediata para mejorar el tránsito de los mismos, no la había, tan escasa como el fútbol propuesto. Muchos nombres quedaron por fuera de la convocatoria y muchos de los tenidos en cuenta no dieron la talla: Marlos, Dayro Moreno, Frank Fabra, Carlos Bacca, Edwin Cardona. Tercera preocupación: las Decisiones técnicas. El experimento ridículo ante Costa Rica al poner 10 jugadores que jamás habían jugado juntos y el planteamiento de juego ante Chile,con un módulo 4-1 4-1 contando con un solo recuperador y todos tirados al ataque dejó mucho qué desear sobre la lectura de los partidos y el estudio del rival antes de enfrentarlo. Pékerman hace mucho tiempo no dirige bien, no lee bien, no ejecuta bien los cambios y no selecciona bien. No todo puede ser negativo en este periplo por Estados unidos. Podemos hablar de varios puntos valiosos desplegados en esta participación. El primero y más fulgurante: Arquero es lo que tenemos. David Ospina es lejos, el mejor jugador de la Selección. Es increíble que a pesar de no ser titular en su actual club y el haber tenido una temporada tan irregular, en cada actuación refleje su profesionalismo y calidad demostrando que está intacto. Segundo punto valioso: La pareja de centrales, si bien tuvieron algunos momentos de desconcentración, creo que se afianzan en sus puestos. Tercer punto: Daniel Torres. Pedido a gritos para estar en la selección mayor, fue uno de los más regulares en su actuación. Su sacrificio, entrega y amor propio lo hacen ver como dueño del medio campo y de su puesto. A su lado puede jugar cualquiera, sea Carlos Sanchez, Sebastián Pérez o Guillermo Celis. Cuarto punto: Roger Martinez. Fue el mejor jugador ayer contra Chile. Rápido, movedizo, encarador y valiente, con movimientos muy interesantes que denotaron poder ser un muy buen refuerzo en la delantera. Por último mencionaría el pundonor y liderazgo de James Rodriguez. No fue su mejor actuación pero su entrega y sacrificio contagia para ir por más, como ocurrió ayer donde, a pesar de ir perdiendo casi desde el vamos, el equipo mantuvo la actitud de ir a buscar el partido. Sólo queda respirar, reflexionar y trabajar. Por ahora, concentrarse en lograr el tercer puesto en esta edición conmemorativa, para igualar por cuarta vez nuestra mejor actuación en este certamen lograda sólo en 1987, 1991 y 1995 y confiar en este cuerpo técnico que ya demostró que con una excelente planeación y buenas decisiones se puede mejorar en el juego para así enderezar el camino hacia el verdadero objetivo, calificar al mundial de Fútbol Rusia 2018. Por: Iván Liévano // Twitter: @ivanlievano

  • Gol Caracol

    No hay que asistir a una charla motivacional de Pep Guardiola ni leer a Mourinho para saber llevar la cinta de capitán en Millonarios. Ser el capitán del equipo más grande de Colombia no pasa por ser el más antiguo de una plantilla. A Rafael Robayo, R8, lo hemos querido en mayor o menor medida en algún momento, hemos aplaudido su actitud (solo en El Campín, todo hay que aclarar) ha sido el tipo que ha vivido las épocas del arroz con huevo, cuando estábamos por debajo del América de Cali en el promedio, cuando estuvimos a punto de desaparecer en épocas de la administración funesta de Juan Carlos López y la sombra de Luis Augusto García. El tipo se ha bancado todas las épocas duras de nuestra institución. Si vemos las nóminas de cualquier equipo campeón en el mundo, en cualquier competencia de Liga, Copa Mundo, Champions League, Copa Libertadores, etc se va a encontrar con que el tipo que portaba la cinta de capitán era un auténtico líder. Dunga en el Brasil del 94, Raúl en Real Madrid, Roy Keane en Manchester United, Xavi Hernández en Barcelona, Maradona y Pasarella en Argentina, Franz Beckenbauer en Alemania 74, Paolo Maldini en el glorioso AC Milan, Tony Adams en Arsenal, Leonardo Astrada y Matias Almeyda en River, Riquelme, Palermo y Bermúdez en Boca, Perfumo en Racing, Verón (padre e hijo) en Estudiantes, Platini y Pirlo en Juventus, Simeone en Atlético de Madrid, Sócrates en Corinthians.....y mil casos más. Varios de ellos en la posición de volante de marca, donde empieza a ordenarse el juego de ataque, donde se saca al equipo, donde se revienta la pelota sin asco si así corresponde, donde se raspa. Es decir: donde está el equilibrio de un equipo. La misma zona desde donde hay más cercanía física con el juez central, donde se debe mandar e influir sobre los compañeros, donde se debe impedir que el rival cobre rápido, donde se debe cobrar rápido a favor, donde salen varios cambios de frente y donde un equipo frecuentemente se desdobla en ataque. Pues allí tenemos un grave problema desde hace rato en Millonarios porque en esa zona no hay un líder y quien resulta llamado a serlo llevando la capitanía no lo hace o por lo menos no cómo una parte de la hinchada lo espera. No es un asunto personal contra Rafael Robayo porque parto de la base de que es un gran tipo, debe ser un gran hijo, padre, esposo, hermano, cuñado, etc. ni contra su amor por los colores del equipo ni tampoco contra su empatía con un sector de la hinchada. No dudo de su honradez ni de su entereza profesional. Pero hombre, no se trata de ponderar a un ser humano frente a la necesidad de tener un gran capitán. Rafael Robayo no es un buen capitán, no le sale, no le alcanza, no le da por una serie de razones que no son culpa de él y que el cuerpo técnico si debería ser capaz de tener en blanco y negro. Un capitán no puede ser tibio y tímido. Doy dos (2) muestras de lo que Robayo hizo como capitán en dos momentos claves de partidos: el primero, contra Junior en Barranquilla en una jugada de falta por izquierda en la ida de cuartos de final calmando a los jugadores del rival en lugar de separar a su compañero que estaba al filo de la roja. Y dos, en Bogotá en la vuelta cuando el partido estaba 4-1 Manga Escobar estaba en el lateral de oriental para volver a ingresar, el juez no se percató, Robayo no le decía nada teniéndolo relativamente cerca y fue Andrés Cadavid quien desde su posición de defensa central fue corriendo hasta al lado del árbitro para decirle que dejara ingresar a Manga, dejando su posición descuidada porque el capitán designado no se pellizcó sobre esa situación de manejo de partido. Esos son ejemplos recientes pero que retratan a la perfección la falta de liderazgo adentro de la cancha, cuando el cansancio y la presión afloran sobre el equipo. Un capitán no puede ser trotoncito en los partidos de visitante. Algo pasa con Rafael Robayo que no sé si es por la presión de la tribuna del rival, por el clima, la humedad, una comprensión equívoca de la instrucción del DT o de condición física. Pero no le he visto un solo partido de visitante en donde demuestre carácter con los rivales y liderazgo con sus compañeros. Sir Alex Ferguson nunca se sintió intranquilo con Roy Keane en la cancha como su capitán porque le sobraban de ambas cosas y así salían a ganar en cualquier cancha; y a fe que lo hicieron. Para mi una de las decisiones más importantes en la conformación de un equipo pasa por la identificación de líderes en la cancha, claro, técnicamente aptos en sus posiciones porque para troncos pues denme a mi la cinta de capitán. Pero, ¿quién es capaz de sobrellevar tanta presión como la que se vive con la camiseta de Millonarios y a quien le queda grande el asunto?. Tampoco es asunto de ser tribunero porque la capitanía es mucho más que ser vitoreado por la hinchada, más bien creo que el asunto se traslada a un escenario de ejemplo para los demás en términos de verdadero liderazgo. Hay que pedir el balón en el mediocampo con una hinchada hostil y generar contagio de entusiasmo para que el fútbol aparezca y eso no se logra solamente siendo el más antiguo de un plantel. Hay que saber transmitir calma y cabeza fría en un momentos jodidos, cosa que lamentablemente, no es una cualidad del actual capitán de Millonarios. Entiendo que tiene contrato hasta Diciembre de 2017 y seguramente lo seguiremos viendo como parte de las alternativas de mediocampo a decir por los rumores que indican un jugador nuevo en su posición a partir de Julio de 2016. Si Robayo siente que desde este humilde blog se le ataca en lo personal no es así. Si en el siguiente torneo le canta un gol a la tribuna con rabia porque alguien da su opinión de unos hechos ciertos y evidentes que lo haga con toda la bronca que la gana le de. O si declara públicamente sobre su respeto por las palabras de alguien que no le gusta su capitanía pero por dentro se la quiere cobrar, pues entenderé su procesión interna. Pero, repito: no es personal, no le deseo que lo puteen desde la tribuna ni que se deje de ganar la vida honradamente. Se trata de Millonarios y de quién debe llevar su cinta de capitán. Todos los jugadores pasan, la hinchada también sabe de fútbol. --------------------------------- Pd: He decidido no odiar a alguien por cuenta del fútbol. Que cada quien cante lo que quiera en un estadio de fútbol pero dar eco a palabras de odio contra alguien porque es hincha de otro equipo diferente al mío, ya no me va. Siempre desearé que los rivales deportivos más tradicionales pierdan porque eso es inherente a ser hincha de fútbol, pero me mamé de odiar y de la gente que odia. Pero eso será tema largo de otra entrada.

  • Gol Caracol

    Lo más importante es que esta convocatoria puede llegar a ser el remedio a un mal histórico de la selección Colombia. Cuando llegamos a los torneos en los que más esperábamos del equipo, nuestros jugadores se derrumbaron en medio de la presión que ejercían sobre ellos el favoritismo otorgado por la prensa, la obsesión de una hinchada sedienta de una segunda copa en la vitrina y su propio miedo de convertirse en campeones. ¡Vamos, Colombia! Por FB Héctor Cañón Hurtado / @Canon Hurtado Las cartas están sobre la mesa: la selección Colombia le ha apostado a un explosivo cóctel que mezcla la fama de jugadores curtidos con sus clubes europeos con el hambre de pelados que hace poco sacaron su primera cédula y batallan para consolidarse, cotejo tras cotejo, en las principales ligas de América Latina. No hay secretos en la lista de 23 convocados que entregó José Néstor Pékerman para la Copa América Centenario. ¿Grandes ausentes? Tampoco. Tal vez sorprende un poco que Adrián Ramos no esté en el equipo, a pesar de sus 10 pepinos con el Borussia Dortmund en la temporada que está por terminar. Es posible que Adriancho aparezca en la lista de convocados de la selección que disputará los Juegos Olímpicos. Sería una excelente noticia ya que le daría peso a un ataque que, de no contar con guerreros de otras batallas, podría llegar a pecar por liviano en Río 2016. Si hay polémicas en la convocatoria, es por la maña que tenemos los futboleros colombianos de buscarle pelea a todo el que piensa distinto y por la sed de tráfico de algunos medios que no hayan cómo más inflarles las noticias a los hinchas consumistas de titulares. ¿Falcao? Era obvio que no estaría: no juega hace meses y en su triste paso por Chelsea apenas anotó un gol. Lo más importante, en nuestro criterio, es que esta convocatoria puede llegar a ser el remedio a un mal histórico de la selección Colombia. Cuando llegamos a los torneos en los que más esperábamos del equipo, nuestros jugadores se derrumbaron en medio de la presión que ejercían sobre ellos el favoritismo otorgado por la prensa, la obsesión de una hinchada sedienta de una segunda copa en la vitrina y su propio miedo de convertirse en ganadores. Las selecciones que disputaron el Mundial Estados Unidos 94, los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 o la Copa América de Chile 2015 son apenas tres ejemplos de que el favoritismo no nos sientan nada bien. En la otra cara de la moneda, nuestros logros más grandes sucedieron cuando la expectativa de triunfos era corta: Brasil 2014 es la prueba más contundente en ese sentido. ¿Será que Pékerman, el zorro más astuto que haya dirigido una selección nacional, se pilló que necesitaba inyectarle hambre al equipo y por eso decidió llamar a nuestras filas a nueve jugadores del torneo nacional, cuatro de la liga mexicana y otros dos de Argentina? ¿Será que entendió que en Colombia hay cierto perfil de jugador que se asusta con el cuero después de haber matado a los tigres más Braveros? Es posible. Lo que es cierto es que los futbolistas que militan en el torneo nacional se triplicaron en los dos años que pasaron entre la convocatoria de Brasil 2014 y la de la Copa Centenario 2016. Pasaron de tres a nueve. Mientras tanto, los seleccionados que juegan en Europa se redujeron a la mitad, al pasar de 16 en la sele del pasado mundial a apenas 8 en la que ya empieza a entrenar en Miami. Si algo tienen Sebastián Pérez, Marlos Moreno, Roger Martínez y compañía es hambre. Aún no son estrellas de renombre y cualquier chance de entrar en la cancha será la oportunidad de abrazar al gloria con la amarilla y de paso ser vendidos a un club europeo donde su sueldo crezca varios ceros a la derecha de un solo golpe. Los dos primeros ya demostraron que no les queda grande la camiseta de la selección de mayores en la pasada fecha eliminatoria y el tercero la rompió cuando la repesca para Río 2016 empezaba a enturbiarse. Sin embargo, es importante resaltar que el hecho de que estemos en pleno recambio generacional nos obliga a mezclar jugadores que han dado vueltas olímpicas en Europa con chicos que debutaron en su terruño apenas hace meses y no tienen suficiente experiencia internacional. No teníamos otra alternativa y ya veremos en junio si la apuesta nos funciona. Hace años, tras la época dorada del Pibe Valderrama y compañía, brillar en México o Argentina era casi una garantía de ser convocado al equipo. Hoy, dos décadas después, jugar en un grande de Europa no le asegura el cupo a ningún crack. El fútbol colombiano, señores, cambió para siempre con la llegada de Pékerman y, al parecer, no hay pasaje de retorno a los vicios del pasado. La segunda conclusión más importante de esta convocatoria es que vamos a atacar con un solo delantero, que estará alimentado por tres volantes ofensivos. Bacca, James, Cuadrado y Cardona serán titulares y tendrán la tarea del gol en Estados Unidos. La selección hace apenas tres años no encontraba qué hacer con los tres goleadores natos que tenía vigentes. Falcao, Bacca y Jackson rara vez jugaron juntos y a lo largo de la era Pékerman se disputaron el puesto de 9. Por eso, Teo siempre tuvo un espacio para acompañar a uno de ellos como titular. Para la Copa Centenario, el escenario pinta diferente. Bacca será el único 9 y Dayro, Marlos y Roger esperarán su momento para romper, desde atrás y a punta de gambetas y potencia, las defensas que probablemente se apiñarán bajo los palos cuando intentemos darle rienda suelta a nuestro poder ofensivo. Las cartas, entonces, están sobre la mesa. A pesar de tener varios jugadores sin recorrido internacional, este es un equipo que tiene con qué ganarle al que le pongan en frente. No lo duden, señores. En los últimos cuatro años, la mentalidad del futbolista colombiano ha venido deshaciendo las telarañas del miedo y esta Copa América llega en el momento perfecto para probar si estamos listos para las vueltas olímpicas de los campeones. Es posible que por la inexperiencia de algunos de nuestros hombres en la zona defensiva (vale la pena recordar que Zapata y Arias son los únicos sobrevivientes de la última zaga mundialista) nos anoten con más frecuencia, pero también es una verdad innegable que de la mitad para arriba tenemos jugadores para romper con las defensas más fuertes. ¡Vamos, Colombia, cómo no te voy a querer campeona si te he visto caer tantas veces!

  • Gol Caracol

    Antes que un seleccionador, José Néstor Pekerman es un estratega, capaz de anticiparse a los acontecimientos y proyectar rendimientos. Muestra de esto es la inclusión de Piscis Restrepo en el cuerpo técnico de la Selección Colombia que viajará a la Copa América, entrenador del equipo Sub - 23 que nos representará en los Juegos Olímpicos. Un mensaje claro que nos iba mostrando su intención antes de la lista definitiva. La convocatoria ya se dio a conocer y para mí no hay sorpresas, al contrario, muchas más certezas de lo que venía presumiendo. Sus llamados hay que analizarlos con pinzas porque entre líneas nos está hablando de ciclos terminados y acercamientos que pueden convertirse en definitivos. Por eso no es casualidad que en esta lista para la Copa América Centenario, a tan solo 12 meses de la que dio previo a la Copa América de Chile, se encuentren 13 jugadores nuevos. Debemos ir un poco más allá y no concentrarnos en las ausencias, sino en los jóvenes a los que Pekerman ya tiene claro su camino desde ahora hasta los Juegos Olímpicos, con una importante parada de preparación que se encuentra dos meses antes en Estados Unidos. ¿Está de acuerdo? Cuénteme en @Danielsaja03 Daniel Santamaría Jaramillo.

  • Gol Caracol

    Minuto 95 del partido, Andrés Ibargüen gambetea a varios jugadores de Rosario Central, levanta el balón, Henríquez la baja de cabeza y Orlando Berrio anota el agónico gol que le daba la clasificación a Nacional a semifinales. Allí se desató la parte negativa que despierta el fútbol en los suramericanos. Los argentinos siempre han sido rivales fuertes, de esos que rasguñan, pegan, de esos que tratan de intimidar, de esos contrincantes que buscan ‘ablandar’ con golpes y mañas a sus rivales. Siempre han sido iguales y los colombianos lastimosamente siempre hemos copiado lo malo de ellos. “¿Qué pasa por la cabeza de los jugadores de Nacional?” me preguntaba yo al ver como caían fácilmente en las provocaciones del rival. Era claro que el equipo visitante iba a aprovechar cualquier cosa para bajarle ritmo al partido. Después del penalti polémico a favor de Central, Alexander Mejía y Sebastián Pérez perdieron la concentración y se dedicaron a cometer faltas y protestar por cuanta cosa pitaba el juez. ¡Señores, eran ustedes los que tenían que tener al equipo concentrado! Esas actitudes en ellos no fueron solo de ayer, ya es como costumbre desde hace un tiempo, por esa misma razón el número 13 de Nacional no ha sido tenido en cuenta en selección Colombia como antes. Y a Sebastián, si es cierto que lo ven equipos grandes de Europa, con estos actos solito, solito se cierra las puertas. Rechazo los presuntos actos de racismo que se presentaron en contra de Orlando Berrio, pero también resalto que salió ante las cámaras a aceptar su error y pedir excusas. Definitivamente su comportamiento no fue el mejor al momento del gol. David Castañeda, es un jugador menor y con poca experiencia pero tuvo más madurez que él al momento de la celebración. Alguna vez me dijeron “Te pueden decir mico en la cancha pero usted no debe responder, eso se llama profesionalismo” y para rematar, Marlos Moreno quien estaba haciendo un buen partido, opacó su presentación al gritarle el gol a Sebastián Sosa. Al ‘nuevo Tino’ definitivamente hay que ‘bajarle un poco la caña’ es joven pero hay que corregir desde ya. Alexander Mejía en varias ocasiones sostuvo agarrones de palabras con Eduardo ‘Chacho’ Coudet y cuando el técnico lo encaró salió corriendo y fue defendido por varios hinchas que invadieron la cancha. Fue un gran gesto por parte de la hinchada proteger a uno de sus jugadores. “Indio que huye sirve para una segunda batalla” pero la plaza puede ser suspendida por este acto y el jugador tiene que dejar esa maña de provocar, es uno de los capitanes ¿no?. Para terminar con mí crítica que pretendo sea constructiva, los periodistas deben ser imparciales y no ‘meterle más leña al fuego’ lastimosamente y con pena ajena debo reprochar la pregunta y la actitud de un comunicador al momento de preguntarle al técnico de Rosario: “Ustedes los argentinos por qué son tan malos perdedores, hombre”. Creo que estas actitudes sobran, no son necesarias, simplemente no deben estar. El mal ambiente de violencia no se debe alimentar por parte de jugadores, hinchas ni periodistas, es momento de cambiar eso en el fútbol colombiano. ¡Que no sea una constante! Sebastián Sarmiento Twitter: @sarmientoosorio

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