El Salvador, en Centroamérica, ha llamado la atención del mundo últimamente porque pasó de ser uno de los países más peligrosos a ser uno de los más seguros de este hemisferio en un tiempo muy limitado. Hoy, las drásticas medidas implementadas por el presidente de ese país, Nayib Bukele, contra las pandillas conocidas como los Mara Salvatrucha no solo han reducido las tasas de criminalidad, sino que han catapultado la popularidad del joven líder a niveles de aceptación de más del 90%, según algunas encuestas. Ahora, en otros países con altas tasas de violencia, incluido Colombia, muchos se preguntan: ¿será que ese modelo funcionaría para reducir los índices de violencia aquí?
En Colombia, la respuesta varía dependiendo a quien se le hace la pregunta, pero en lo que sí parecen estar de acuerdo todos es que el tema de la criminalidad en Colombia está en niveles inaceptables. La impunidad se siente cada vez más y la ciudadanía nunca antes se había sentido tan desprotegida. Algunos aseguran que esto se ha sentido cada vez más en el último año. Hay que hacer algo, pero ¿qué? Para entender cómo funcionan los nuevos métodos del presidente de El Salvador, Séptimo Día viajó al país centroamericano. Allí escuchamos a miembros del Gobierno, sus opositores, víctimas de todo tipo y ciudadanos comunes.
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Séptimo Día estuvo en las operaciones conjuntas que adelantan la Policía y el Ejército en diferentes barrios de San Salvador para encontrar a miembros de las Maras Salvatruchas o MS-13 y Barrio 18, las pandillas que por más de 25 años dominaron el país centroamericano. Policías y soldados fuertemente armados llegan a las guaridas de los pandilleros para capturarlos y uno a uno llevarlos ante la justicia.
¿Por qué está ocurriendo esto? Está ocurriendo esto porque estas personas, según el Gobierno, cometieron durante muchos años homicidios contra ciudadanos indefensos, traficaban con droga, robaban, obligaban a la gente a abandonar sus casas para ellos apoderarse de ellas y extorsionaban. Algo muy parecido a lo que ocurre en Colombia, según muchos ciudadanos víctimas de diferentes delitos. La razón más importante para que el gobierno del Salvador decidiera emprender esta guerra frontal contra las pandillas eran los ciudadanos.
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Hombres y mujeres honestos y trabajadores que a diario sufrían por la incapacidad de las autoridades de garantizar su seguridad. “Un señor por la famosa renta que le estaban cobrando $600 dólares, él les dijo que no tenía entonces lo llegaron a matar”. “Era entrar con el corazón en la mano así pidiéndole a Dios que no le pasara nada a uno”. Todos los días los reclamos de miles de salvadoreños daban cuenta de seres queridos asesinados, extorsionados, desplazados y una justicia lenta y corrupta que no permitía a las autoridades ejercer la fuerza contra los criminales. Ni los niños se salvaban en San Salvador. “¿Cuál era el futuro de los niños en este barrio al vivir en medio de las pandillas? Algunas niñas probablemente quedar embarazadas cuando crecieran, tal vez a mi edad, y algunos niños que andaban jugando en la calle tal vez los futuros maras”.