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Jaime Jaramillo, más conocido como Papá Jaime , ha dedicado su vida a transformar la realidad de cientos de niños en situación de vulnerabilidad, rescatándolos de las calles y dándoles una nueva oportunidad con su fundación Niños de Los Andes. Su labor humanitaria, su filosofía de amor incondicional y su mensaje de sanación han marcado la diferencia en la vida de muchos.
Papá Jaime compartió en Se Dice de Mí su impactante experiencia de vivir 40 días en silencio y alimentándose solo de su orina, una práctica que realizó en busca de autoconocimiento y paz interior. También reveló aspectos desconocidos de su vida y filosofía.
“He tenido accidentes desde el carro de balineras, bicicleta, moto, cuatrimoto”, recordó Jaramillo, quien confiesa a mucho honor que ha vivido intensamente. “Todos fracasamos, todos la embarramos, lo importante es levantarte”, añadió.
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Papá Jaime ha sido merecedor de importantes reconocimientos como el Premio Mundial de la Paz junto a la madre Teresa de Calcuta en el año 1990. Sin embargo, su camino no ha estado exento de dificultades. Revelo que vivió una importante crisis económica y del intento de suicidio de su socio. “Se pegó un tiro mal pegado, quedó hemipléjico y la deuda me quedó a mí”, afirmó.
Una de las experiencias más impactantes de Jaramillo fue vivir 40 días de silencio, alimentándose solo de su orina.
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“Porque la orina tiene todos los anticuerpos, tiene toda la vitalidad que tú necesitas”, señaló. Esta práctica, aunque controversial, fue parte de su búsqueda espiritual y de autoconocimiento.
“El sentido de hacer ese ascenso a los Himalayas era el silencio interior, 40 días de silencio para quitar la lora parlanchina que dispara 70.000 pensamientos inconscientes, negativos y repetitivos por día, encontrar cómo la paz, el amor y la alegría están dentro de ti y cómo a través del ayuno, que es solo agua, que es orina, a través del ayuno da fuerza voluntad, da conciencia y aprendes a manejar tus emociones”, afirmó.
Sin embargo, esa búsqueda de crecimiento espiritual no fue exitosa en el primer intento. "A Jaime le costó dos idas al Himalaya, la primera no lo logró. Todavía se debatía entre el pensamiento y el frío y el hambre”, relató su amigo Juan Manuel Correal.
Jaramillo defiende el consumo de orines propios. “Porque la orina tiene todos los anticuerpos, tiene toda la vitalidad que tú necesitas para soportar 40 días. Hay monjes allá en el Tíbet que lo hacen un año”, afirmó.
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Jaime Jaramillo sabía que había nacido para grandes cosas, pero no para qué cosas. En su corazón había un pálpito constante de que era el momento de tomar acción, hasta que un día la vida lo sacudió y le mostró el camino.
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El nacimiento de la Fundación Niños de los Andes está marcado por una dolorosa anécdota: en diciembre de 1973, Jaramillo presenció cómo una niña de la calle fue atropellada por un camión al intentar recoger la caja de una muñeca que se cayó de un carro.
“Yo estaba en la calle, pasa un carro, cae la caja de una muñeca al piso, la niña de la calle sale corriendo, levanta la caja, me miraba, yo la miraba, se sonrió y me decía ‘mire lo que me encontré’. Está radiante de gozo, dicha alegría, pero por estarme mirando, no se dio cuenta que venía una tractomula a gran velocidad… aplastó la niña contra el pavimento”, recordó.
“Cuando yo veo que aquella criatura muere estripada por estarme mirando a mí, yo sentí un dolor en el corazón, en el alma y más aún cuando veo que la caja estaba vacía. No había muñeca”, contó.
Este trágico evento fue el impulsor para que Papá Jaime comenzara su trabajo con los niños de las alcantarillas, fundando Niños de Los Andes, por la cual han pasado más de 100.000 menores.
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Papá Jaime, como lo llaman cariñosamente los niños de la calle, decidió luchar con todos los medios por la niñez desamparada, brindándoles atención médica, alimento, afecto y un lugar para vivir.
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Pero no todo ha sido color de rosa en su vida, Papá Jaime se ha encontrado varias veces con la muerte, pero hubo una de ellas en particular que casi no vive para contarlo.
“Volando parapente, yo me fui a Puerto Rico y venía volando y por esquivar una cuerda de alta tensión se cerró, me clavé cabeza en la horqueta de un árbol, di la vuelta y quedé ahorcado. Y porque sabía respirar, no estoy muerto y además la suerte, porque el casco se pulverizó. Si tú aprendes a respirar, puedes bajar el ritmo del corazón”, añadió.
Papá Jaime es un ser humano cuya vida ha sido sinónimo de amor, servicio y transformación. Es un ejemplo de entrega y compasión, alguien que ha cambiado la vida de miles de niños y sigue inspirado a generaciones con su mensaje de amor incondicional.