La situación en unidades de salud mental
es alarmante. Están en emergencia funcional, no hay camas disponibles. Les ha tocado rediseñar sus servicios para aumentar la capacidad de hospitalización, que es el último recurso, pues la idea es que este tema en un niño o adolescente sea detectado a tiempo por sus familiares, por sus profesores y reciba los manejos adecuados para evitar que lleguen a grados de severidad y complejidad donde solo quede la opción de internarse.
Por ello, el tema es serio: hay que escuchar y acompañar a nuestros niños, hay que creerles, buscar ayuda. Expertos piden también a las autoridades más y mejores estrategias a corto, mediano y largo plazo, pues se trata del futuro y bienestar de nuestra sociedad.
“La ocupación en materia de salud mental está al 100%. En el Distrito (Bogotá) estamos reventados, colapsados en los distintos hospitales”, señala Rafael José Miranda Jiménez, psiquiatra de niños y adolescentes, salubrista y docente.
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Han tenido que recurrir a estrategias como telemedicina, hospitalización en casa o en hospitales generales, que no tienen infraestructura para atención en salud mental, además de internar niños y adolescentes en unidades de adultos y fortalecer los servicios ambulatorios.
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“Debemos estar en doble de capacidad. Tuvimos que abrir una zona que no era antes la unidad infantojuvenil para que podamos tener también pacientes adolescentes por este aumento tan repentino”, subraya Javier Caicedo, psiquiatra niños y adolescente de la Clínica Monserrat, en la capital de Colombia.
Sin duda, la pandemia del COVID-19 y medidas como el aislamiento y los cambios en socialización de niños y adolescentes, entre otros factores como incertidumbre y condiciones de convivencia, impactaron la salud mental.
Los especialistas piden que se aborde esta situación con seriedad y de manera integral, empezando por los hogares y colegios para realizar intervenciones tempranas a tiempo.
“Hay que trabajar mucho con las familias, con los colegios, las instituciones, en temas sencillos de convivencia”, comenta Miranda.
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Brindar a niños y jóvenes espacios abiertos de escucha y acompañamiento, en lugar de los regaños y la indiferencia, es esencial.
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Seguir dándole la espalda a esta realidad tiene y tendrá no solo un alto costo para los pacientes y sus familias, sino también para la sociedad. La invitación es a informarse y quitarse de la cabeza todos esos prejuicios que hay alrededor de la salud mental.