Hoy se sabe que una de cada diez personas con COVID-19, sin importar la severidad de la infección, pueden continuar con lo que se ha denominado síndrome poscovid.
“Hay personas que se infectan y desarrollan unos síntomas que desaparecen a los 7 o 15 días, pero hay otras que mantienen esos síntomas por más de 3 meses. ¿Cuáles son esos síntomas?: fatiga, malestar general, ansiedad, tos persistente, cansancio que no es normal, pérdida del olfato o gusto. Incluso, algunas personas siguen perdiendo el olfato y el gusto por más de 3 meses”, explica el infectólogo Carlos Álvarez.
De hecho, también se presentan alteraciones de la memoria.
¿Pero qué hay detrás de esta condición? Los estudios empiezan a mostrar algunas pistas de los factores que predispondrían a que unas personas evolucionen a síndrome poscovid y otras no.
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“Por ejemplo, personas diabéticas, personas con carga viral alta, que tienen muchos virus en fase aguda, que se le reactiven otros virus, como el Epstein-Barr… Son situaciones que hacen que las personas tengan a largo plazo esos síntomas”, agrega Álvarez.
También, la presencia de ciertos autoanticuerpos aumentaría esta probabilidad. La buena noticia es que, además de identificar y tratar tempranamente a estos pacientes, la vacunación también disminuye el riesgo de presentar este síndrome poscovid.
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“Las vacunas hacen que el sistema inmunológico controle mejor al virus en la fase aguda y evitar a largo plazo el síndrome poscovid”, explica el experto.
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A quienes ya tienen síntomas persistentes, la recomendación es vacunarse y buscar ayuda para que los síntomas, por simples que parezcan, no terminen alterando la calidad de vida.
Así que las vacunas, además de evitar infección y, en especial, la progresión a enfermedad grave, también contribuyen a prevenir el síndrome poscovid, una razón más para completar los esquemas de inmunización y aplicar la dosis de refuerzo.