Aunque muchos se cansaron del tema y lo dieron por cerrado, la pandemia del COVID-19 no se ha acabado. Por supuesto hoy existe una situación muy diferente: hay vacunas. El virus no ha cambiado tanto, pero siguen falleciendo personas así ya no se hable del coronavirus.
Por eso, hoy vale la pena hacer un alto y un homenaje a quienes se han ido, a sus familias, a los trabajadores de la salud y recordar que el virus sigue entre nosotros y que aún impone retos. Por ejemplo, en cuanto a las secuelas que deja en muchos que superan la fase aguda y en cuanto a la preparación para futuras crisis.
El mundo empezó a escuchar de una misteriosa neumonía en enero del 2020. A los dos días de haber empezado el año, China reportaba 44 pacientes afectados, de los cuales 11 estaban gravemente enfermos.
“En esa época lo veíamos tan lejos. No sabíamos dónde quedaba Wuhan, pero al final estaba cerca porque en un mundo globalizado es posible que pasara”, dice Carlos Álvarez, infectólogo y epidemiólogo.
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Pocos días después se supo que el virus que tenía en alerta a China correspondía a un nuevo coronavirus, el COVID-19. Conocer con tal rapidez la secuencia genética del agente infeccioso se convirtió en un hecho sin precedentes.
“Yo creo que es un hito humanidad. Si nosotros recordamos pandemias anteriores, por ejemplo, de la influenza española que ocurrió en 1918, sólo en 1951 supimos que la causante era un virus de la influenza”, explica el epidemiólogo.
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Ese nuevo coronavirus COVID-29 se propagó tan rápido que, a finales de enero del 2020, China contaba más de 10.000 casos y ya se empezaban a notificar pacientes en países vecinos como Corea, Taiwán y Tailandia.
Pero más rápido que el virus, se propagaron el miedo y la información, en la distancia a través de noticias y redes sociales vivimos la zozobra de países como Italia y España.
“Sabíamos que iba a llegar, la pregunta era por dónde iba a llegar. Uno supone sitios grandes como Bogotá, pues es el principal aeropuerto del país”, recuerda el doctor Álvarez.
El 6 de marzo de 2020, el COVID-19 llegó a Colombia
Y fue hasta el 6 de marzo cuando Colombia confirmó el primer caso del nuevo coronavirus.
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Se trataba de una mujer de 19 años que llegó a Bogotá, procedente de Milán, Italia, quien presentó síntomas, consultó y, tras el análisis de pruebas por parte del INS, se confirmó como positiva.
Cinco días después, el 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia y nos sumergimos en la peor crisis sanitaria de la historia reciente. Hoy, tres años después, al mirar atrás parece mentira lo vivido.
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Pero la huella de este virus quedó para siempre en las familias de las 142.629 personas que han fallecido en Colombia y de las 6.859.093 a quienes el COVID-19 les ha arrebatado la vida en todo el mundo. Un dolor que solo comprenden quienes lo vivieron de cerca.
“Esa fase inicial por ejemplo en las que las personas llegaban a los hospitales solas y no podían comunicarse con sus familias. Los familiares no sabían que pasaba con ellos en las clínicas y hospitales. Esa parte inicial fue difícil y dolorosa”, relata Álvarez.
Sin duda, las pérdidas son intangibles. Además, se perdieron trabajos, relaciones, quedaron secuelas físicas y psicológicas.
El infectólogo Carlos Álvarez, quien se convirtió en la cara científica de confianza durante la crisis en Colombia, explica que se tuvieron muchos aciertos: solidaridad, decisiones basadas en evidencia científica, un plan de vacunación que salvo muchas vidas. Pero, por otro lado, aún nos quedan retos y teme que olvidemos lo aprendido como sociedad.
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“A medida que pasa el tiempo otras pandemias nos han enseñado que se pierde el aprendizaje. Ojalá me equivoque y algunos hábitos se mantengan”, dice el médico.
Espera que tampoco se olvide el reconocimiento por el personal de la salud ni que se pierda el impulso por lograr metas como la soberanía sanitaria para que Colombia esté en capacidad de producir vacunas y medicamentos. Pero ahí no terminan los desafíos.
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“No sabemos muy bien cada cuánto las personas tengan que vacunarse. Potencialmente uno podría decirse que cada año o que la persona se vacune con una sola vacuna y sirva para varios virus. Eso sería el mundo ideal”, reflexiona.
Precisamente, la investigación en vacunas estudia vías de administración diferentes como la nasal, busca formas de conservación más sencillas e incluso se sigue trabajando en el desarrollo de tratamientos efectivos para los pacientes hospitalizados y otro frente retador: el poscovid.
“Estamos viendo personas con problemas de asfixia, para respirar, problemas de palpitaciones, pero un tema que me preocupa son las alteraciones de la memoria”, indica Álvarez.
Y es que, aunque volvimos a la normalidad, y poco se quiera hablar del COVID-19, la pandemia no ha terminado. El doctor Álvarez explica que hay criterios epidemiológicos, técnicos y políticos para tomar la decisión de acabarla.
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Para que en el mundo se deje hablar pandemia, indica que el virus está estabilizado. Ya sabemos cómo son los ciclos normales de circulación del virus o que este ya no circule en los cinco continentes.
¿Tres años después que les dice a los colombianos? "Muchas gracias. Muchas gracias por confiar en la ciencia y tener ese espíritu de solidaridad", concluye el doctor Álvarez.