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“Por favor, utilicen el tapabocas”: súplica de médicos ante nueva normalidad en Colombia

Personal de la salud que ha estado en la primera línea de batalla contra el COVID-19 pide a la ciudadanía no bajar la guardia y mantener el autocuidado.

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El regreso a la ‘normalidad’ despierta preocupación en los miembros del servicio médico colombiano. Ellos, que han combatido el coronavirus en la primera línea, hacen un llamado para no regresar a lo que muchos vivieron en estos días difíciles.

Cuando todo comenzó, la doctora Lorena Acevedo tuvo que dejar el cuidado de los niños. La UCI en la que trabajaba en la Fundación Cardioinfantil de Bogotá, ahora recibe adultos.

“Nuestra unidad es una unidad pediátrica que se convirtió en una unidad de adultos y un abuelito un día se despertó y él nos preguntó que por qué había tantos osos y tantos dibujos como alusivos a niños”, recuerda Acevedo, pediatra e intensivista.

Y todo cambió… incluida ella.

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(Vea también: "El virus no se ha ido y estamos como al principio, sin vacuna y sin tratamiento efectivo" )

“Hace dos meses decidí que había dos opciones, o seguir con miedo o estar llena de amor”, señala.

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Los miembros del servicio de salud de Colombia han vivido lo impredecible; duelos inconclusos, las horas de trabajo sin descanso, el miedo, los rechazos.

“Saliendo de trabajar un día fui al supermercado y cuando estaba adquiriéndolo, una persona al ver mi traje se alejó de mi como asustado”, expresa el doctor Jaime Fernández, líder médico de UCI pediátrico.

Han sido meses durísimos y ellos sí que han entregado todo.

“Después de casi 6 meses estoy fatigada mental y físicamente, es un sentimiento compartido. Hemos tenido que estar muy cerca al dolor, compartido tristezas, acopio de todo lo que hemos recopilado para poder enfrentarnos a esta enfermedad que nos disminuye a todos día a día”, manifiesta la doctora Claudia Omaña, médica internista del Hospital Erasmo Meoz de Cúcuta.

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Han tenido que despedir a colegas, personas amadas.

“Quizás de las experiencias más traumáticas y en lo personal ha sido la muerte de mi compañero Roberto. La muerte de Roberto es la de cada uno de nosotros y eso nos ha golpeado, nos ha sacado a flote una fatiga que traíamos”, asegura Omaña.

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(Le puede interesar: “Nunca te vamos a olvidar”: sentido homenaje a querido médico de Bogotá que murió por COVID-19 )

Otros se contagiaron y lograron superar el COVID-19, como la doctora Kelly que logró salir adelante para seguir acompañando, como si fuera un ángel, a sus pacientes.

Por su parte, en la Clínica Universitaria de Medellín, el doctor Francisco Molina vio cómo en el pico de la pandemia se perdieron muchas batallas, pero también como la vida se impuso.

En el momento más complicado, la Fundación Santa Fe de Bogotá alquiló habitaciones en hoteles cercanos para atender a sus pacientes menos delicados. Aumentaron en seis veces su servicio de cuidados intensivos, pasaron de 20 camas en marzo a 120. El 10 de agosto que fue el día de más ocupación.

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“Hemos tenido más de 5.000 pacientes en urgencias, 1.800 entre hospitalización y cuidado intensivos, comparados con los mejores internacionales”, subraya el doctor Henry Gallardo, director de la Fundación Santa Fe de Bogotá.

Pero persiste el temor a las despedidas que no cesan. El pasado viernes 28 de agosto fue homenajeado en el Hospital de Kennedy el doctor Álvaro Andrés Carranza, tenía 44 años, era urgentólogo . Él perdió la batalla contra el coronavirus en un momento en que tantos piensan que ya se ganó.

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Ellos, que han arriesgado tanto sus vidas por salvar a los otros saben que estamos en una calma extraña y peligrosa. Piensan también que lo peor, tal vez ya pasó, pero saben que podría regresar, como ha regresado a tantos lugares del mundo donde creían controlado el virus.

“En esta reapertura económica sabemos que tenemos que trabajar, pero debemos cuidarnos, por favor, respeten el distanciamiento social, por favor, utilicen el tapabocas. El mayor acto que podemos hacer es lavarnos las manos, es utilizar el tapabocas”, dice Andrés Morera, urgenciólogo del hospital San Ignacio, de Bogotá.

Ese llamado a la consciencia es un grito silencioso que se escucha en cada conversación de los miembros del servicio de salud del país: ¡cuidado!

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