La reserva El Pajonal rinde homenaje a esos seres que ya no están de cuerpo presente, pero que son recordados en otro ser vivo plantado en la inmensidad del Páramo de Guerrero, en Cundinamarca.
En Colombia, 142.961 personas fallecieron por el COVID.
En medio del dolor, muchas familias no pudieron velar y enterrar a sus seres queridos por los protocolos creados para evitar mayor contagio. Fue por esa razón que en muchos casos la gente acudió a actos simbólicos como llevar las cenizas a una reserva natural y plantar un árbol para recordarlos.
El Páramo de Guerrero, en zona rural de Cogua, Cundinamarca, es el campo santo de algunas familias.
Historias que reposan en el Páramo de Guerrero
Carlos Zorrilla perdió a cuatro seres queridos en pandemia: “Perdí en el 2020 a mi abuela primero, después a mi mamá a los 10 días, después a mi abuelo a los 3 meses, a mi mejor amigo 10 días después”.
Por su parte, Carlos Danilo Gutiérrez recuerda: “Yo perdí a mi mamá el día 20 de mayo de 2021, en pandemia, hace ya casi 4 años”.
Jorge Eliécer Baracaldo también tuvo que despedir a la distancia a dos familiares: “Mi madre se llamaba María Teresa García, viuda de Baracaldo, y mi hermano Jair
Humberto Baracaldo García. Lamentablemente el COVID hizo estragos en la humanidad”.
Carlos Eduardo Gutiérrez perdió a su esposa en pandemia: “Aquí se encuentran las cenizas de mi querida esposa, la persona que me acompaño durante 43 años de vida”.
Cuatro familias que tienen un dolor en común, la pandemia les arrebató a seres queridos, y sin ser suficiente, el implacable virus volvió imposible enterrar a sus muertos, entonces decidieron llevar sus cenizas a una reserva natural para, si cabe decirlo, sembrar vida.
La reserva el Pajonal está ubicada en el Páramo de Guerrero, en el municipio de Cogua, Cundinamarca.
Este es un campo santo ubicado a unos 3400 metros sobre el nivel del mar. Miles de familias han decidido traer las cenizas de sus seres queridos y plantar un árbol entre ellas del COVID-19.
Carlos Zorrilla cuenta que en este campo santo cada una de las cenizas de sus seres queridos están acompañadas por dos árboles: “Están con un árbol, cada uno tiene dos árboles. En total tenemos 10, a mi abuela le regalaron uno adicional. Y hoy venimos en acto simbólico también porque mi mamá y mi abuelo están de cumpleaños”.
Zorrilla Restrepo cada vez que puede se une a la gran caravana que se desplaza los fines de semana hasta la reserva El Pajonal, en el Páramo de Guerrero, a encontrarse con los suyos, rendirles tributo y hablar de sus afugias y alegrías.
“Vengo, hago un acto simbólico, me siento, lloro un ratico y ya. Otra vez bajo y me vuelvo a Bogotá”, cuenta Zorrilla.
Quienes perdieron también al eje de su familia fueron Danilo y Carlos Gutiérrez, hijo y esposo de María Emilse Rodríguez Sáenz, quien murió batallando contra el virus en esa época en la que entrar a una UCI aterraba.
“Los primeros años fueron de mucha rabia con el COVID, la verdad. Mi mamá era muy joven todavía, me hacía mucha falta, pero pues venir acá y todo le da a usted un poco de tranquilidad, hasta con Dios”, confiesa Gutiérrez.
En esa ausencia de una madre que se extraña, Carlos y su papá también tomaron la decisión de llevar las cenizas de su ser querido a este campo santo.
“Por ella es que venimos acá, tenemos 5 arbolitos, cada arbolito tiene una placa, esa placa también ve plasmados los sentimientos de todos sus familiares, y como lo venía diciendo, es algo muy grato realmente, no es de tristeza ni de melancolía, sino es algo de paz, tranquilidad, reconciliación”, complementa Gutiérrez.
Carlos Danilo en el 2021 por poco también pierde a su papá, quien entró primero que doña María Emiles a un hospital por contagio de COVID. Los dos estuvieron en la misma habitación, sin embargo, él fue trasladado a otro lugar y dice que eso lo salvó.
“A las 7 de la noche, antes de que me sacaran, yo fui y hablé con ella y me despedí, le dije, mi amor, te dejo aquí, pero de aquí salimos y nos vemos en el apartamento. Ese fue el último día que… no la volví a ver”, recuerda Gutiérrez.
Una pareja que continúa unida hasta en la muerte
A 3.400 metros sobre el nivel del mar fueron enterradas las cenizas de Jair Humberto Baracaldo y María Teresa García, dice hoy quien los llora, que tienen una envidiable vista hacia el embalse de Neusa y que venir a visitarlos es una terapia espiritual.
“Bueno, cada vez que venimos con la familia aquí a este sitio maravilloso es un reencuentro espiritual, es un reencuentro donde vemos la naturaleza, nos vemos más cerca al cielo porque mire a la altura que estamos”, resalta Jorge Eliecer Baracaldo.
“María Teresa García viuda de Baracaldo era una mujer de ojos azules, levantó a seis hombres sola porque la violencia nos quitó a nuestro padre cuando yo tenía cuatro años apenas, y esa valiente mujer a seis hombres levantó y todos honestos y trabajadores, madre te amamos”, dice con voz entrecortada Jorge.
Jorge, un hijo orgulloso de esa mujer de ojos azules nos permitió ser testigos de un espacio íntimo y que parte el alma.
“Gracias madre, madre linda, tus árboles están muy lindos, y tú con este te vas a poner más lindo todavía”, expresa Jorge.
Como Jorge; Carlos Zorrilla, Danilo y Carlos Gutiérrez admiran el símbolo en el que se han convertido esos seres que el COVID les quitó. Árboles que en la inmensidad del páramo de guerrero crecen, y le dan una oportunidad a un ecosistema afectado por la mano del hombre.
Jaime Ballesteros, director de promoción ONG de la reserva El Pajonal, relata que esa “fue la manera que muchas familias vieron la manera de cerrar el duelo y poder hacer algo por su ser querido, porque usted sabe que en la pandemia usted entraba a sus querido a la clínica del hospital y se la devolvían en la cajita. No había iglesia, no había funeraria, no había sitio donde hacer una despedida de ese ser querido. Las familias se encontraron aquí en este sitio”.
Han pasado cinco años del horror del coronavirus que se llevó 142.780 vidas en nuestro país, según el último reporte del 7 de junio de 2023 del Instituto Nacional de Salud.
Este pedacito de reserva El Pajonal rinde un homenaje a esos seres que ya no están de cuerpo presente, pero que son recordados en otro ser vivo plantado en la inmensidad del Páramo de Guerrero.