Según la OMS, tres de cada diez edificaciones donde vivimos o trabajamos pueden representar un riesgo para la salud.
Se le conoce como el síndrome de edificio enfermo y no es otra cosa que estructuras que generan malestares al ser humano.
¿La razón? Tienen mala ventilación, problemas de iluminación o temperatura, y dificultades relacionadas con humedad o ruido. Así mismo, altas cargas electromagnéticas, partículas y microorganismos. Todo eso va a repercutir directamente en nuestra salud física y emocional.
Las consecuencias pueden ser dolores de cabeza y de garganta, ojos llorosos e irritados, congestión nasal, resfriados, tos seca, alergias, problemas de piel, malestares digestivos e irritabilidad.
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¿Cómo detectar un edificio enfermo? A veces es difícil, pero si, por ejemplo, se siente enfermo cuando está en la oficina y mejor cuando llega a casa, es probable que allí haya problemas.
Suele presentarse en edificios antiguos o los que tienen aire acondicionado. También influye la decoración y la limpieza. La clave es identificar e intervenir el factor que lo desencadena.
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