En medio de la incertidumbre que vive el mundo por la propagación del coronavirus, miles de doctores y enfermeros dan todo por sus pacientes, como Nidia Arévalo.
Ella hace parte de los héroes anónimos que atienden esta emergencia.
Cuando Nidia decidió que iba a ser médico, sabía que se adentraba a un mundo de sacrificios y exigencia académica, un mundo absorbente, pero lo que no se imaginó es que viviría tiempos como este, que ese mundo estuviera de rodillas ante un virus microscópico.
“Quizá uno no sabe de muchos eventos que se hubieran presentado en otros países, pero este momento, lo que estamos viviendo, es nuestra realidad y es a lo que nos tenemos que enfrentar”, explica esta profesional de la salud.
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Su profesión, hoy más que nunca, fue la llamada a salvar a la humanidad.
Tiene dos hijos menores de edad y dice que “son los que me alientan a salir adelante, me piden que me proteja y que todo lo que deba hacer por el bienestar social lo haga, porque esa es mi profesión”.
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Hizo el juramento de Hipócrates para salvar vidas, aún a costa de la suya. Pero reconoce que la situación le atemoriza. “Es lógico que todos tengamos miedo sabiendo la situación que se vivió en China y Estados Unidos, sabiendo la situación de que nadie está exento de contagiarse”.
Como ella miles de colegas en el mundo se la juegan hoy, por arrebatarle a la muerte el mayor número de contagiados. Es por eso que sabe que no está sola en esta cruzada, sino que toda una comunidad médica la acompaña.
Como un tsunami que deja ver su gigantesca cresta cuando se aproxima a la playa, Nidia sabe que vienen tiempos difíciles. Por ahora solo se apura a hacer su trabajo.
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