Los primeros auxilios no son solo para situaciones físicas o de uso exclusivo del personal de salud. Todos deberíamos tener claros esos pasos básicos sobre qué hacer y qué no frente a una persona con una crisis emocional. Lo primero, en cuanto a salud mental, es reconocer que algo está pasando.
“Si empezamos a advertir aislamiento social, una disminución en la interacción con los demás, que ya no está hablando como hablaba antes en familia, que ya no participa en las actividades que normalmente hacía o que notan que de alguna forma ya deja de practicar o realizar actividades que normalmente hacen”, estos son signos de alerta, explica Mauricio de la Espriella Perdomo, de la Asociación Colombiana de Psiquiatría.
Una vez se identifican cambios en el comportamiento, rendimiento y funcionalidad de una persona, antes de juzgar, subestimar, criticar o incluso burlarse, se debe crear un ambiente de confianza entendiendo que el otro está pasando por una situación difícil. El siguiente paso es escuchar.
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“Aquí no hay frases como te lo dije, esto iba a pasar, yo sabía que esto iba a suceder, a ti siempre te pasa lo mismo. Ese tipo de observaciones no es que ayuden mucho a la persona que está sufriendo en ese momento, entonces buscar una empatía adecuada, es decir, permitir que la persona exprese sus emociones en ese momento crítico es clave, es permitir como ese descargue de emociones, esa catarsis para facilitar de alguna manera entender qué es lo que está sucediendo”, enfatiza el experto.
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Que el otro se exprese permite, además, identificar soluciones y riesgos. Por eso, la siguiente acción es preguntar, de manera abierta, sin temores. Contrario a lo que se cree, eso facilita identificar y clasificar mejor la situación.
El doctor de la Espriella señala que “a veces es un tabú, un mito, decir que no hay que preguntar si la persona ha considerado quitarse la vida. Si uno pregunta en forma directa, pues probablemente abre el espacio, la puerta, para poder hablar más claramente de lo que está sintiendo, sobre todo, en ese tipo de ideas”.
Además del acompañamiento sincero, poniéndose en los zapatos del otro, es esencial reconocer los límites y, según el caso, buscar ayuda profesional.
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Hay que romper el estigma alrededor de los que trabajamos en salud mental: el psicólogo o el psiquiatra no son para los que están totalmente desquiciados, son para las personas que en algún momento de su vida pueden tener dificultades en tomar decisiones y no encuentran una salida
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Por supuesto, además de escuchar al otro, debemos escucharnos a nosotros mismos, derribar tabús, temores y levantar la mano para pedir ayuda. Los problemas hacen parte de la vida diaria, pero todos tenemos herramientas diferentes a la hora de afrontarlos. Como en cualquier enfermedad hay un sin número de factores que pueden llevar a que la salud mental se vea afectada.