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“Cumplo dos meses de nacida”: mujer respira un nuevo aire gracias a donación de pulmones

Ella quería sobrevivir por su hija, pero solo un trasplante podía salvarla. Hoy, ya recuperada, conoció a la familia de la donante que le salvó la vida.

“Nadie sabe lo difícil que es no poder respirar y lo complicado que es no poder hablar y desahogarse y decir que le falta el aire”, recuerda entre lágrimas Leidy Mojica Rivera.

Su tragedia se inició cuando era niña. Al parecer, adquirió la enfermedad por contacto con aves de corral, un caso entre mil, y no se dio cuenta.

“De pequeña mi abuela siempre tuvo pollitos (…) yo tuve una lorita, la lorita dormía en la habitación conmigo, no imaginamos que una mascotica pudiera afectar tanto”, afirma.

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Leidy dice que fue una mujer sana hasta hace 10 años. En aquel momento, cuando trabajaba en una fábrica de calzado, algo cambió. “Empecé con una tos, una tos, una tos” y eso diezmó sus actividades cotidianas.

“Ir a coger el bus para mí era terrible, antes me demoraba 10 minutos, terminé demorándome una hora y haciendo pausas, me ponía morada, tosía mucho, vomitaba. Ya no podía ponerme los zapatos, tender la cama era un complique total, era una hora, hora y media, tendiendo dos cobija; empecé a sentir que mi cuerpo ya no respondía”, cuenta.

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Los médicos pedían exámenes, hacían juntas y hace tres años se dio el primer diagnóstico. “En la placa salió que tenía pulmones con forma de panal de abeja”, recuerda Leidy.

En su primera hospitalización el dictamen fue más claro, ella sufría fibrosis pulmonar terminal, es decir, sus pulmones perdieron la capacidad de producir oxígeno.

Empezó a bajar de peso, llegó a estar en 37 kilos. “Se toteaban unas venitas del pulmón y votaba sangre por nariz y boca, era una cosa impresionante, creo que ha sido el choque más fuerte de mi vida”, comenta.

Leidy pasó a depender de las válvulas de oxígeno, que ella se negaba a usar.

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“Ya quedé en embarazo, los riesgos aumentaron, suspendí medicamentos, igual no me colocaba el oxígeno, me descuidé totalmente (…) Tenía miedo de perder a mi chiquita, yo me aferré muchísimo a mi embarazo”, relata.

Dio vida a costa de su propia vida, su cuerpo colapsó y el aire de sus pulmones se extinguió.

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“Para bañar a Michel requería tres litros (de oxígeno), para bañarme yo requería tres litros, para tener una conversación fluida como la llevo en este momento tenía que tener mi bala a tres litros, dos litros y medio”, afirma.

La donación

La opción, por la que nadie en su familia apostaba, era el trasplante de pulmones.

“Si me garantiza que mi vida va a cambiar y que voy a vivir unos añitos y que los voy a vivir bien… Pero no quiero que mi hija me vea en una cama y mal, yo quiero que mi hija me vea cinco o siete años plenamente bien para ella”, fue lo que Leidy le dijo al médico para aceptar ese riesgo.

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Y es que su hija Michel “la última vez que hablamos, me dijo ‘yo quiero una mamá normal’”.

Y llegó el día que haría realidad el sueño de su niña. “Me activaron un viernes, el 6 de abril”, cuenta Leidy.

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Ese día la familia Blanco Hernández le dijo adiós a Magdalena, la más juiciosa de la casa, cultivadora de flores, que nunca se casó y no tuvo hijos.

“Era una mujer que le gustaba ayudar a los demás, era muy alegre (…) la risa de ella era muy impactante, se reía muy duro y si veía a alguna persona triste le hacía chiste y la hacía reír”, recuerda María del Carmen Blanco sobre su hermana.

Cuando murió, su familia decidió donar los pulmones, los riñones, las corneas, huesos y tejidos.

Esos pulmones fueron trasplantados a Leidy, quien sobre ese día rememora: “llevaba mucho tiempo anhelando cambiar mi vida, y me durmieron, y hasta ahí me acuerdo”.

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El 8 de abril despertó en medio de un sueño apacible. “Cumplo dos meses de nacida porque el momento en que a uno lo desentuban, uno siente otro aire, uno siente que sus pulmones se expanden, una cosa que antes no se sentía”, asegura.

María del Carmen, hermana de la donante, nunca imaginó que conocería a una de las personas que se beneficiaría con su acto.

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“Es lo que he anhelado en mi corazón, que mi hermana siga viviendo en muchas personas, en muchas, a través de sus órganos”, sostiene.

Leidy, por su parte, quiere “que todo el mundo conozca que los trasplantes cambian la vida, cumplen sueños”, como el de ella, vivir más años para su hija y llevando una vida normal.

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