Niños y adolescentes no conciben el mundo sin redes sociales ni internet. Son nativos digitales y se mueven allí con naturalidad y facilidad.
“Para estos niños, ya adolescentes, el mundo no se divide en la realidad y virtualidad; son un mismo mundo. ¿Qué pasa con internet y los medios?, pues que tienen un carácter masivo”, indica Laura Ospina Pinillos, psiquiatra de niños y adolescentes.
Los beneficios de estas redes son indiscutibles. “Favorecen la socialización de aquellos niños que tienen alguna característica de timidez, introversión, también de aquellas poblaciones minoritarias como niños con discapacidades”, indica Liliana Betancourt, psiquiatra de niños y adolescentes.
Sin embargo, también están más expuestos, por ejemplo, a estándares irreales de perfección en los que se ocultan las dificultades y problemas cotidianos.
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“Cuando empezamos a dar información no verídica a personas que aún está construyendo su pensamiento, su personalidad, pues van a ser más susceptibles a que piensen que esto es de esa forma y no lo que nosotros consideramos que es real o lo más apropiado”, dice Ospina.
Y hay varios mecanismos por los cuales esto podría impactar de manera negativa aspectos como la autoestima.
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“Puede que se estén comparando con niños en otras circunstancias y esto los puede afectar. Si alguien le hace un comentario negativo no le da un like, esto lo puede afectar”, explica Betancourt.
Por supuesto, no se puede generalizar. Es una suma de factores y algunos menores pueden ser más vulnerables que otros a estos efectos negativos.
“Tenemos niños ya con síntomas depresivos, ansiosos; si son niños que tienen dificultades en sus apegos con sus padres, que tengan patrones de crianza inadecuados”, indica la psiquiatra Betancourt.
Así que el acompañamiento de los padres de familia, docentes y cuidadores es esencial, empezando por limitar los tiempos en pantalla.
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“Niños 0 a 2 no deben estar en pantalla, menos de 5 años deben estar una hora al día; menores de 17 años, máximo 2 horas al día. Hay que establecer unas reglas de uso, que esos tiempos no interfieran con socializar, comer, dormir hacer ejercicio…”, explica la experta.
Hay que involucrarse, informarse, compartir y hablar de manera legitima con los niños y adolescentes.
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“Tener muy presente que se está haciendo, preguntar abiertamente para qué se está usando y con quién hablando y jugando”, opina Laura Ospina.
Y, por supuesto, estar atentos a señales de alarma que indiquen que la situación se puede estar saliendo de las manos.