La mañana del martes 11 de septiembre de 2001 nunca se le olvidará a Darío Arizmendi. Ese día el curtido periodista y su equipo de Caracol Radio le contaron a Colombia, como muchos sorprendidos e incrédulos periodistas, lo que estaba pasando en Nueva York.
“Yo siempre tenía dos pantallas, una en CNN y otra en Caracol, y estaba con mis compañeros cuando digo: ¿qué es eso? Está saliendo humo de una de las Torres Gemelas. Dije venga, venga abra el micrófono”.
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Arizmendi, al igual que millones de personas en todo el mundo, no entendía lo que estaba ocurriendo, y mucho menos cuando pasó lo impensado: un segundo avión se estrelló contra la otra torre del World Trade Center.
“Yo veo que viene un avión y pum contra las Torres Gemelas y dije: es un atentado”.
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20 años después, recuerda las terribles imágenes que le quedaron tatuadas en su memoria: “Entraban los bomberos, entraban las ambulancias, salía humo, se lanzaba gente por las ventanas, se le quedan a uno grabadas las imágenes. Para mí ha sido el acontecimiento periodístico que más me ha impactado en los últimos 20 o 30 años”.
Esa mañana del horror en la sede de El Espectador, en Bogotá, sus periodistas estaban entrevistando al entonces candidato presidencial Álvaro Uribe Vélez.
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“En efecto llega muy temprano a la sala de redacción, nos sentamos con él a hacer la entrevista y entra el jefe de redacción de la época, Víctor Diusabá, a avisarnos por una ventanita que tocaba cortar la entrevista porque tocaba hacer un periódico urgente de última hora. Y este hombre dando golpes en la ventana y nos puso un papelito que decía: 'Estrellaron un avión contra una torre gemela'. Uribe se percató y se puso bravísimo, dijo: '¿Qué pasa muchachos?'. Salimos y pidió un televisor y empezamos a ver en directo la caída de las torres gemelas con Álvaro Uribe Vélez”.
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Hoy, Gutiérrez, jefe de redacción de El Espectador, cree que estos terribles hechos de alguna manera le ayudaron a Uribe a llegar a la Presidencia.
“No vamos a decir que porque tumbaron las Torres Gemelas Uribe ganó, no, pero el entorno internacional de abierta lucha contra el terrorismo le sirvió a él para hacer a la colombiana un discurso muy parecido en contra de los grupos que desarrollaban terrorismo en Colombia”.
Otro hecho que Gutiérrez y sus compañeros no olvidan es que El Espectador, que por aquel entonces era una publicación semanal, ese martes triste hizo una edición extraordinaria de 32 páginas, contando la historia que tenía a Colombia y al mundo sumidos en el miedo y la incertidumbre.
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Cuando cayeron las Torres Gemelas, el entonces embajador de Colombia en Estados Unidos, Luis Alberto Moreno, veía perplejo aquellas dantescas escenas, en un lugar que él jamás había imaginado: el aeropuerto de ciudad de Panamá.
Un vuelo que lo traía a Colombia el 10 de septiembre no pudo aterrizar en Bogotá por mal tiempo y le tocó pasar la noche en la capital panameña.
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“Llegué al aeropuerto para tomar el vuelo que iba con destino a Bogotá. Estando justamente en el aeropuerto en Panamá, de golpe yo veía la romería de gente mirando la televisión y veía pues el efecto del primer avión, después vi en directo el segundo avión y después el avión en el Pentágono y obviamente ahí es cuando uno se da cuenta de que eso no era simplemente un accidente, sino, por el contrario, detrás de todo esto había un tema terrorista”.
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Luego de la cancelación de la visita del secretario de Estado Collin Powell a Bogotá, por lo que estaba pasando en Nueva York, Moreno no pudo volver inmediatamente a Estados Unidos.
“En ese momento no había vuelos para regresar, digamos a Estados Unidos no llegaban vuelos por toda esta situación de cierre de espacio aéreo y todas las normas que cambiaron radicalmente y pude salir de Colombia a Miami en un avión de flores de exportación que no tenía problema en entrar a Estados Unidos y de allí conseguí un vuelo que iba de Miami a Washington”.
Y en ese vuelo a Washington, el embajador Moreno pudo sentir en carne propia la magnitud del desastre: “Ya era el piloto diciendo, 'mire vamos para Washington, esto no es un juego de niños, nadie se puede parar del asiento', o sea empezaron a hablar de una cantidad de protocolos que hoy hacen parte de nuestra vida normal, pero en ese momento eran más estrictos porque estaban empezando. Y al llegar a Washington sentí la tensión y el sentido de pérdida que había por tantas familias que habían muerto”.
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Con el paso de los años quienes vivieron de alguna manera esta tragedia creen que hay lecciones que el mundo ha debido aprender.
“Entender que somos nada, absolutamente nada, que cualquiera por fuerte que sea puede sufrir un ataque terrorista y en el sitio menos pensado. Partió la historia realmente del mundo”, expresó Darío Arizmendi.
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Han pasado 7.300 largos días con sus noches, en los que la humanidad no ha podido cerrar estas heridas causadas por el terrorismo, una amenaza que sigue ahí, mostrando su rostro de dolor y muerte. Y nuestro país sí que lo sabe.