Cuarenta largos años pasaron ya entre las primeras incursiones políticas de Gustavo Petro como personero de Zipaquirá y su arribo de hoy a la Casa de Nariño como presidente de Colombia.
“Algunas personas del M-19 han vuelto a la lucha armada y eso se debe fundamentalmente, creo yo, a la imposibilidad que hoy existe en el país de conformar un proyecto político alternativo”, dijo en su momento a comienzos de los años 90. Faltaban entonces todavía tres décadas más para que llegara a Palacio como el primer jefe de Estado de izquierda en dos siglos de historia republicana.
Durante ese tiempo, Gustavo Petro logró salir airoso de todas las dificultades posibles: la azarosa vida guerrillera en el M-19, la cárcel y el posterior exilio a Europa tras la amnistía, las amenazas por sus denuncias contra la parapolítica, la persecución del DAS a él y a su familia, la destitución de la Alcaldía de Bogotá por parte del procurador Alejandro Ordóñez y hasta un embargo de la Contraloría de Bogotá que casi lo arruina por haber bajado las tarifas de Transmilenio.
“Mi familia no es una familia de temor y así me eduqué yo. Nosotros vamos por la verdad”, ha dicho.
En la cresta de la popularidad del presidente Álvaro Uribe, Petro se enfrentó a su proyecto político y denunció la infiltración del paramilitarismo en la política, los incentivos perversos que multiplicaron las ejecuciones extrajudiciales de civiles y el espionaje desvergonzado del DAS.
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“Si las versiones de (Jairo) Castillo Peralta se desploman en la justicia no hay procesos de parapolítica en Colombia”, sostuvo en 2007 durante un debate en el Congreso en relación con el testigo conocido como alias 'Pitirri'.
“Se mantiene la resolución de pago por recompensas por muertos que lleva a los falsos positivos”, criticó un par de años después sobre la política de Seguridad Democrática.
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Y en 2009 cuando la revista Semana destapó el escándalo de las chuzadas del DAS señaló tajante: “El Presidente de la República ha construido una policía política, la destina para un interés particular que no es perseguir el crimen sino perseguir a sus opositores”.
Con su verbo feroz y esa capacidad para desnudar a sus contradictores políticos mientras les lanza una sonrisa burlona, Petro se lanzó por primera vez a la Presidencia en 2010, pero quedó muy lejos de Juan Manuel Santos. En aquellos tiempos compartía todavía tarima con el exsenador Jorge Enrique Robledo, con quien hoy tiene agrios enfrentamientos.
“Yo puedo decir que soy hijo de la pobreza, que no soy hijo del privilegio ni del poder, esa es una enorme diferencia, porque yo sé lo que significa la dureza del azadón en la mano, yo sé lo que significa ir a la escuela pública y al colegio público, yo sé lo que significa estudiar a la luz de la vela”, aseguraba en 2010.
Desde aquella época su discurso en defensa del medio ambiente ha sido constante. “El huevo de la confianza inversionista no es para depredar el territorio; es más valiosa el agua que el oro. Yo quiero es producir alimentos e industria en Colombia, no carbón y petróleo”.
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En 2011, acaballado en sus denuncias contra el cartel de la contratación en Bogotá, terminó elegido como alcalde. “La influencia de Emilio Tapia, que Iván Moreno decía no tiene nada que ver con la contratación de Bogotá, pues se demostró una influencia en cerca de 250 mil millones de pesos”, revelaba.
Su alcaldía estuvo llena de polémicas, las sombras de su personalidad salieron a flote, pero con su olfato de político se encarriló de nuevo por la Presidencia. Se demoró cuatro años más porque le ganó la partida en 2018 el ungido de Uribe, Iván Duque. Pero hoy a sus 62 años es el nuevo inquilino de la Casa de Nariño.
- También, vea: Vargas Lleras se distancia de Petro: "Temo que a contradictores los tratarán como enemigos"
Sofía Petro, una de sus hijas, ha crecido viéndolo sortear el camino culebrero de la política siempre desde la oposición. Ahora, sin embargo, será la cabeza del gobierno.
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“Yo espero que la presidencia de Gustavo Petro sea recordada como una diferente a todas las que ha habido. Es difícil pensar, ¿será que los cambios se van a sentir tan inmediatamente? Pero yo espero lo más básico, la educación, la universidad gratuita, mejorar el acceso y el derecho al agua, poner la cultura en el centro de la vida”, señaló Sofía.
Su obsesión por la paz ha sido uno de sus derroteros, aunque todavía le enrostren su paso por la guerrilla. Antonio Navarro conoce bien esos ímpetus desde hace casi 40 años cuando se conocieron en el M-19. “Lo conozco desde 1984 y es el mismo Petro, pero ahora lo veo más formado, más informado, más dialogante”.
“Alguna vez le leí una columna a Antonio Caballero que decía que cuando la izquierda gobierna se vuelve derecha, ¿usted qué opina?”, le pregunté a Navarro. “No, yo no creo eso, tiene que demostrar (Petro) que la izquierda siendo izquierda es capaz de gobernar mejor que la derecha”.
Comienza, la era Petro con varias apuestas: normalizar las relaciones con Venezuela, atender con urgencia las necesidades de 22 millones de pobres, proteger el medio ambiente de las mafias depredadoras del bosque amazónico, depurar la Fuerza Pública bajo la égida del ministro de Defensa Iván Velásquez y liderar otro proceso de paz con el ELN y “acoger”, según el verbo escogido por el nuevo gobierno, a las mafias del Clan del Golfo y las disidencias. Sea lo que sea que ello signifique.
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