La Plaza de Bolívar estaba a reventar para la posesión de Gustavo Petro . Eran las 2:59 de la tarde y el sol bogotano calentaba aún más el ambiente festivo. Los invitados especiales tomaron su lugar siguiendo el protocolo mientras apuraban una foto en sus celulares para registrar el momento histórico. Entre tanto, la muchedumbre atrás sonreía esperanzada, cantaba con alegría "sí se pudo, si se pudo", y ondeaba las banderas de Colombia, del M-19 y de la Unión Patriótica. Un clamor ciudadano se oyó de pronto nítidamente.
Gustavo Petro y su familia salieron un minuto después del Palacio de San Carlos. El presidente levantó el puño de su mano derecha en señal de victoria mientras avanzaba hacia la plaza de Bolívar, custodiado por una calle de honor conformada por cantaoras del Pacífico, la guardia indígena, la guardia cimarrona y 32 silletas alusivas a cada departamento del país. Petro extendió la mano, saludó tanto como pudo, cruzó unas cortas palabras con algunos y prosiguió triunfante.
Ya en la plaza, la multitud no paraba de celebrar. Seis columnas del Congreso fueron decoradas para la ocasión como alegoría de la consigna del nuevo mandatario: ‘Colombia, potencia mundial de la vida’. El presidente del Senado, Roy Barreras, procedió a tomarle el juramento a Gustavo Petro.
Pero antes de ponerle la banda presidencial, Barreras llamó a la senadora María José Pizarro, hija del asesinado excandidato presidencial del M-19 Carlos Pizarro, para que ella hiciera el honor. Entre lágrimas y sonrisas se la puso al nuevo jefe de Estado y, enseguida, se fundieron en un abrazo sentido.
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La multitud celebraba plácida y ahí el presidente pidió que le trajeran la espada de Simón Bolívar. Luego el presidente le tomó juramento a Francia Márquez.
Roy Barreras pidió un corto receso y 10 minutos después, escoltada por el Batallón Guardia Presidencial y por la guardia campesina, apareció la espada del Libertador. En 1974 su robo fue uno de los mitos fundacionales del M-19 y 48 años después esa misma espada simbolizaba el arribo de un exmilitante de dicho grupo como nuevo inquilino de la Casa de Nariño.
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Petro arrancó su discurso citando la obra mítica de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad. Leyó el final de la novela de la familia Buendía, pero prometió entonces una segunda oportunidad sobre la tierra para Colombia.
Apenas terminó el acto, con algunas lágrimas en sus ojos, el nuevo jefe de Estado y su familia se dirigieron a la Casa de Nariño, donde los honores militares esperaban al primer presidente de izquierda en dos siglos de historia republicana y luego Iván Duque y su gabinete. Tras algunos estirones de mano protocolarios se formalizó la despedida.
Duque abandonó la casa presidencial custodiado por su propia comitiva de funcionarios. Petro, su esposa Verónica Alcocer y sus hijos saludaron con calidez a los trabajadores de palacio mientras los niños vallenatos acompañaban su arribo con música.
Un cambio de mando en el timón de la Casa de Nariño que estuvo lleno de símbolos.