En dos obras se puede resumir la corrupción que aqueja a la capital de Córdoba. Uno de los más icónicos elefantes blancos de Montería es la ampliación del Hospital San Jerónimo, cuya entrega estaba prevista para 2013.
Según explica el veedor Darío Enrique Día, el objetivo es ponerlo en funcionamiento este año. La Contraloría calcula que la cuenta de esta infraestructura está en 17 mil millones de pesos y tiene un avance del 75%. Es un saldo pendiente con la salud de los cordobeses.
El detrimento del patrimonio no es solo con la salud, también con la educación.
Tras varios aplazamientos, el colegio Robinson Pitalúa, tenía fecha de entrega para diciembre del año pasado. Hoy solo presenta un 8,5% de avances.
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Mauricio Castillo es periodista de un medio independiente y también veedor, y así explica cómo es ejercer el oficio en un departamento tan delicado en tema de orden público. “Es un deporte extremo. Mi padre fue asesinado por denunciar este tipo de actos”, dice.
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Pero no solo son las obras inconclusas, también el abandono de colegios ya en funcionamiento.
El estado de la institución Cristóbal Colón da tristeza y decepción. No hay baños, no hay techos, no hay paredes, no hay salones, ni tampoco resultados con las denuncias.
Lo único que queda es el rastro de los niños que pasaron por acá. Para colmo, a todos los menores que se encontraban en este ligar los mandaron a la otra sede del Cristóbal Colón y…
“En mi salón ya van a haber 40 estudiantes y eso es así. No hay espacio. Toca tomar la clase parado. Sin silla y eso”, dice el estudiante Jesús Padilla.
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Los cordobeses piden una mejor gestión de los recursos, para que los niños dejen de visualizar tanta obra gris y mejor miren hacia un país con mejor futuro.