La Pista, ubicada en Maicao, La Guajira, se ha convertido en un asentamiento humano masivo que alberga a más de 10 mil personas, en su mayoría migrantes venezolanos, indígenas wayú y colombianos retornados. Estas personas viven en situaciones extremas de pobreza y desigualdad, a pesar de sus aspiraciones y sueños. Un equipo de Los Informantes aterrizó en la invasión más grande de América Latina.“Lo que me gusta de La Pista es porque pasan carros, motos, pasa la banda del colegio y también porque ahí podemos caminar, podemos salir con mis amigos, pero a veces hay peligro en las noches”, aseguró Ana Andreína González, una niña de 13 años que nació en Venezuela, pero que vive en La Pista desde hace 5 años.(Lea también: Esperaron más de 30 años: emotivo reencuentro de hermanos separados por un incendio en Medellín)La vida de migrantes en un aeropuerto abandonadoLa Pista solía ser el aeropuerto San José de Maicao, clausurado en los años 90. Con el tiempo, se convirtió en refugio para los desplazados. Según cifras oficiales, el 53% de la población son niños, quienes viven en condiciones de extrema pobreza, pero encuentran formas de jugar, soñar y sonreír.Los charcos que deja la lluvia se convierten en lagunas donde se combate la pobreza. Allí, el tiempo parece haberse detenido; no hay pasado ni futuro. La gente construye lo que puede con lo que tiene, pero a pesar de las dificultades, los niños siguen jugando y soñando.“En La Pista soy bastante feliz porque tengo muchos amigos. Me gusta el fútbol y la cancha”, dijo Ana Andreína, quien como muchos niños viven bajo extremas condiciones de escasez. En este lugar no hay agua, alcantarillado ni energía, y la violencia también forma parte de su realidad.(Lea también: Mary Luz Grueso revolucionó la literatura afrocolombiana: “La poesía vino a rescatarme”)Escasez y violencia en La PistaMientras algunos niños juegan en una cancha de tierra, otros están expuestos al consumo de sustancias, ya que la violencia, las drogas y el microtráfico son problemas diarios en el asentamiento.“Lo que no me gusta es que aquí meten vicio, toman, beben y pelean. Varios muchachos consumen, incluso menores de edad, hasta niños de 10 años. Eso es lo que no me gusta”, agregó Ana Andreína.Las casas son construcciones improvisadas hechas de madera, plástico y otros materiales reciclados. Algunas tienen techos de paja, cartón y otras de zinc. En cada rincón de La Pista hay niños, la mayoría de ellos descalzos. Las mujeres se dedican al reciclaje, mientras que otras venden café o artesanías en la ciudad.El agua se recolecta de la lluvia o se transporta en carretas tiradas por burros, pero presenta muchos problemas de contaminación, lo que aumenta el riesgo de enfermedades para niños y adultos.Según el DANE, el 61.8% de la población en La Guajira vive en extrema pobreza. Todos los servicios son precarios y no hay suficiente agua para la cantidad de gente que habita en esta zona.“En La Pista, el 99% de los niños están enfermos, porque las lluvias traen bacterias. Es peligroso porque en el agua hay como culebrillas”, mencionó Kennibeth Añez, una niña de 12 años.Los niños de La Pista intentan aferrarse a su niñez en medio de la adversidad. Muchos no asisten a la escuela o tienen que caminar largas distancias para estudiar en rancherías. “Los niños no asisten porque la mayoría estudia en rancherías y es muy difícil llevarlos, ya que son transportados en camiones que no son aptos para un servicio escolar”, contó Dermides Tolosa, líder social de La Pista, a Los Informantes.(Lea también: "El duelo dura lo que tú dures de víctima": valiente relato de madre que perdió a sus tres hijos)Falta de intervención en La PistaLa ausencia del Estado ha dejado a los habitantes de La Pista en una situación de abandono total. Las organizaciones humanitarias, como ACNUR, intentan proteger y apoyar a los niños, quienes son los más vulnerables.“Nuestras intervenciones también están dirigidas a prevenir que la juventud y las personas caigan en ese círculo de mecanismos negativos de afrontamiento, como es la drogadicción. Sin embargo, es una realidad que, en un escenario de vulnerabilidad y ausencia institucional, no podríamos ocultar. Es una realidad que se vive día a día”, afirmó Julián Mantilla, coordinador de la Unidad de Terreno de ACNUR.La mayoría de estas familias llegaron a La Pista escapando de una devastadora crisis económica en su país. A pesar de las difíciles condiciones, estas comunidades siguen luchando por un futuro mejor, demostrando una increíble resiliencia y esperanza.“Aquí hay ganas de salir adelante y ganas de mejorar. ¿Qué es lo bueno que tenemos? Aquí hay humildad y felicidad, a pesar de la situación en la que vivimos. Los niños aquí son felices”, concluyó Dermides, y agregó que los niños de La Pista esperan no ser olvidados.
La cantante barranquillera Shakira dio a conocer que se inauguró una nueva sede en La Guajira de su Fundación Pies Descalzos, organización enfocada a la educación de la niñez en Colombia.Lea, también: Así reaccionó Gerard Piqué al escuchar 'Te felicito' de Shakira en pleno calentamiento“Inauguramos en La Guajira una nueva escuela de la Fundación Pies Descalzos con nuestros socios Educate a Child y el gobierno local”, compartió la artista en Instagram.De igual forma, Shakira reveló que esta nueva sede fue construida con paneles solares, es eficiente en carbono y para su fabricación se utilizaron materiales locales.También resaltó que el lugar ofrece las puertas abiertas a la comunidad indígena wayú, beneficiando a los alumnos que asisten desde zonas remotas con transporte gratuito.“¡Estamos felices de poder llegar a otro lugar necesitado de Colombia y brindar un oasis para más niños colombianos!”, concluyó la cantante en el comunicado.
Por varias generaciones, los integrantes de la comunidad wayú han tenido que vivir el rigor de no contar con servicios básicos como el agua potable.En las tierras áridas de La Guajira y en muchos otros lugares alejados del país, las necesidades básicas no resueltas abruman a más de uno, pero tal vez la que más angustia causa por sus consecuencias es la falta de agua potable.Los niños sí que han sufrido en carne propia lo que significa tener sed y no contar con una sola gota del preciado líquido para calmarla.“Yo digo, si me agarro toda el agua, tengo que tener sed, entonces, hay que pedirle a Dios para que Él ayude con el agua", expresó una niña wayú.Además de sed, estos pequeños históricamente han sufrido de hambre, pero este ya no es el problema más grave porque como sea la comida llega.Los menores de edad con desnutrición no solo entran a los hospitales agonizantes por el dolor físico que produce no tener nada en el estómago, sino con otras enfermedades asociadas a la falta de consumo de agua potable, como le pasó a la hija de Wenddy Mayerly.“El agua no es potable, el agua la agarramos de un pozo y desde ahí la niña se enfermó”, manifestó,Los médicos son por mucho los que a diario ven esta cruda realidad que ha puesto contra las cuerdas a los niños de La Guajira.Podría interesarle: Niños extraordinarios: esta joven guajira destierra las tristezas con música“La falta de agua potable obviamente nos da una condición de que los niños puedan tener patologías gastrointestinales y al tener esto tienen diarreas y vómitos, que por lo general es la principal causa de consulta al sector salud y esto contribuye a que bajen de peso y que si están en riesgo de desnutrición, lleguen a la desnutrición", dijo la doctora Yulezy Salazar.La solución a la falta de agua, que por años ha minado el bienestar de estas comunidades, ha ido llegando con pozos que funcionan con energía eólica.Sin embargo, cuando la única posibilidad de tener agua fresca se daña, no les queda de otra que salir a buscarla a como dé lugar.“Cuando entra el verano, la brisa desgasta parte la varilla y ahí es donde entra la necesidad del agua. Cuando no tenemos agua, nos trasladamos hasta Riohacha y solicitamos carrotanques o vamos hasta donde los vecinos a que nos regalen el preciado líquido", dice Reinaldo Epieyú, líder wayú.Con la estrategia Agua al Campo el Gobierno nacional busca que la sed no acabe con las ilusiones de los más pequeños.Mientras tanto, a los niños, mucho más conscientes que los adultos del valor del agua y de las dificultades para obtenerla, no les queda más que ahorrar cada gota, que para ellos es el mayor de sus tesoros.“Buscamos el agua para que en la casa agarren poquito, poquito, para que el agua rinda y dure", dice una niña wayú.
El diseño colorido y vibrante de la ilustradora Catalina Estrada muestra la belleza de nuestro país. En sus obras plasma la naturaleza y las caras indígenas wayú, que de cierta forma llegan a cada rincón de Colombia. “Son 100 por ciento colombianos. Yo me inspiro en ellos; en su cultura, en sus artesanías, en sus colores. Colombia tiene unas culturas indígenas y unos pueblos indígenas muy diversos a nivel gráfico y estético”, destaca.Cada uno de sus proyectos tiene una inspiración distinta, pero su motor siempre es la naturaleza.“Montamos como una especie de pañuelos solidarios, que es una prenda muy linda porque las personas las puede tener y convertirlas desde un cuadro hasta un cojín, ponerlo en la cartera o ponérselo en el cuello”, explica Catalina Estrada.El 100 por ciento de las ganancias de los pañuelos se convierte en un viaje de agua de 5.000 litros, que alcanza para cinco familias wayú durante 20 días. También, en más de 4.000 tapabocas y en apoyo para la primera filarmónica indígena de Colombia.
Israel Barliza Epiayú, un niño wayú que vive en La Guajira, se volvió tendencia en las redes sociales por narrar una jugada de gol de un partido de la selección Colombia. Lo hizo a través de un video que, incluso, llegó a ser visto por el mismo Radamel Falcao García."Qué gran talento, como para escucharlo en el próximo partido de eliminatoria", comentó el goleador de la tricolor, a través de su cuenta en Twitter.La comunidad de Israel está a unos 40 kilómetros de Riohacha. Actualmente, vive con su profesor José Barliza, quien hace dos años lo acogió para darle estudios y apoyarlo con su ilusión de ser narrador de fútbol.“Decidí traérmelo acá porque quiero que no se encuentre estancado, quiero que sea de bien y funcional con el talento que él tiene", dijo el docente, quien es el tutor del niño.La camisa de la selección Colombia es su favorita, no deja sus tradicionales guayreñas (zapatos artesanales) y se emociona cuando se imagina narrando un partido donde el combinado patrio gana por gol del ‘Tigre’ Falcao.“Yo vi el partido, yo lo entiendo y narro. Me está apoyando el profesor Barliza, enviándole el video a toda la gente", comentó el pequeño.Israel es un poco tímido, de pocas palabras, pero con sueños muy claros en la narración de fútbol. Ahora, quiere conocer a los jugadores de la selección y a los más importantes narradores de Colombia.