Lo que parecía, para muchos, una película de ciencia ficción se convirtió en la realidad del mundo con el transcurrir de los meses. Exactamente hace un año,China impuso un inédito confinamiento en la ciudad de Wuhan que sería la señal de la grave epidemia que apenas comenzaba. La decisión tomada en medio de la noche sorprendió a sus 11 millones de habitantes.
“Lloré mucho durante el encierro, no pudimos comprar comida. Lloré todos los días viendo a la gente enfermarse y morir”, recuerda Yan Meizhi, residente de Wuhan.
Las estaciones de tren y los aeropuertos cerraron, al igual que los comercios, las carreteras quedaron bloqueadas y el transporte, paralizado.
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Durante 76 días, Wuhan quedó aislada del mundo, con los habitantes encerrados en casa por miedo alvirus y los hospitales saturados por la cantidad de pacientes.
“El año pasado no fue realmente fácil para Wuhan, fue un momento muy difícil durante el encierro. Estábamos acostumbrados a movernos y, de repente, solo podíamos quedarnos en casa sin salir”, manifiesta Liu Haishui.
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De las 4.635 muertes por coronavirus registradas oficialmente en China, la gran mayoría se produjeron en Wuhan.
La primera muerte conocida de COVID-19 fue un hombre de 61 años que solía comprar en el mercado donde se vendían animales salvajes vivos. El lugar permanece cerrado, guardias de seguridad evitan que los medios de comunicación hagan grabaciones.
La Organización Mundial de la Salud envió una misión a la ciudad, pero afirmó que es demasiado pronto para sacar conclusiones sobre si el COVID-19 se originó “en China o fuera de China”.
Un año después, el panorama ya no es apocalíptico. Está nublado y se respira un aire contaminado, pero este sábado por la mañana los habitantes han salido a hacer gimnasia a lo largo del Yangtsé y grupos de jubilados bailan en un parque.
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