Tras el terremoto en Siria, miles de personas contienen el aliento a la espera de noticias sobre sus seres queridos aún desaparecidos en el último bastión opositor del noroeste del país, adonde no ha entrado ninguna ayuda en los últimos tres días pese a los repetidos llamamientos desde la empobrecida región.
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Vecinos, combatientes locales y rescatistas de los denominados Cascos Blancos llevan adelante las operaciones de rescate en las zonas de las provincias de Idlib y Alepo en manos de la oposición, las más afectadas por el terremoto en Siria y donde residen más de 4 millones de personas ya de antes dependientes de la asistencia humanitaria.
Los Cascos Blancos han alertado reiteradamente de que no cuentan con suficiente maquinaria para el desescombro, entre otros recursos, y estiman que "cientos" de personas continúan sepultadas bajo los edificios derrumbados dos días y medio después del seísmo inicial, con cada vez menos posibilidades de sobrevivir.
En total, la cifra de muertos en todo el país asciende ya a 2.662 y la de heridos a 4.985.
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El drama de los sobrevivientes tras terremoto en Siria
Pero a la par con esas batallas por la vida, crece también el espectro de la muerte. Muchos sobrevivientes ahora enfrentan la pérdida de sus seres queridos y, además, el dolor de no poder darles sepultura.
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Hay tantos cadáveres que muchos están siendo depositados en fosas comunes. Eran pobres y vivían las penurias de la guerra en Siria, pero estaban juntos y eran felices… hasta esa madrugada fatídica.
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“Yo estaba en el baño cuando empezó el terremoto. Abrí la puerta y fui para sacar a mi esposa, mis hijas y mi familia, pero no tuvimos tiempo. El techo se nos vino encima. Estuve ahí como media hora gritando, pidiendo ayuda, el hermano de mi esposa, que vive cerca y estaba visitando a los vecinos, vino y nos sacó. Mi hija pequeña murió en mis brazos y mi esposa murió junto a mí”, relata Abdulraman Ali al-Mahmoud, sobreviviente del terremoto en Siria.
Abdulraman sobrevivió y ahora enfrenta todo el dolor que un ser humano pueda imaginar: perdió a 20 miembros de su familia. Ahora lo mantiene en pie su otra hija de dos años y medio, que se salvó también.
“No sé quién enterró a mi esposa. La llevé al hospital en mis propios brazos, pero no pude encontrarla después. Hemos estado preguntando, nadie sabe nada. Queríamos enterrarla junto a nuestra hija, pero nadie nos dice nada”, relata.
Quizá haya ido a parar a esta gran fosa común que sigue creciendo en Jindires. Y es que, en medio del caos, en algunos lugares también es imposible llevar un registro de los muertos.
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Fotos capturadas por un dron y publicadas por los Cascos Blancos muestran varios cuerpos enterrados. Civiles en oración acompañan filas de cuerpos alineados cerca de las fosas frescas.
“Es un sentimiento indescriptible. Nuestros amigos se han ido, todos nuestros vecinos se han ido. No creo que queramos vivir más. Todos están en estado de shock, nadie sabe qué pasó, se siente como una pesadilla de la que nos despertamos y encontramos todo en ruinas”, expresa Salah al-Haji al Akab.
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No queda más que encomendar las almas que partieron y también sus propias vidas, ahora sin rumbo, a su Dios.