La Vigésima Quinta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, adoptada por el Congreso tras el asesinato de John f. Kennedy, establece la ruta para saber quién asumiría el poder en caso de que la salud del presidente Donald Trump se agravara.
Si el presidente de EE. UU. llegara a estar incapacitado para cumplir sus funciones, el mismo mandatario, mediante una carta dirigida a los presidentes de ambas cámaras del Congreso, tendría que informar que no está en condiciones de ejercer su cargo.
En este punto, el vicepresidente Mike Pence se convertiría en presidente interino.
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Si el estado de salud del mandatario fuera tan grave que no pudiera emitir esa comunicación, Pence, con el concierto de ocho funcionarios del gabinete, sería quien informaría al Congreso que debe asumir los poderes hasta que el mandatario se recupere.
Pero, si Mike Pence, quien dio negativo en su prueba de COVID-19, tampoco pudiera asumir el control, la Constitución dicta que sería la cabeza de la Cámara de Representantes, en este caso la demócrata Nancy Pelosi, quien tome las riendas.
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El tercero en la línea de mando, es decir si Pence y Pelosi no pudieran ponerse en frente de la Casa Blanca, es el republicano Chuck Grassley, líder del Comité de Finanzas del Senado y quien tiene la presidencia pro tempore de esta Cámara.