Esta semana se conocieron las dramáticas imágenes del rescate de cuatro migrantes colombianos,
entre ellos un niño, que fueron abandonados en la frontera entre México y Estados Unidos. Noticias Caracol habló con los rescatistas que los hallaron al borde de la muerte.
“Ese día tuvimos una temperatura de 48 grados centígrados”, cuenta el coordinador del rescate, miembro del Grupo Beta del Instituto Nacional de Migración de México.
Ese grupo fue el que se adentró en La Rumorosa, un paraje desolado donde el viento juega con las piedras transformándose en sonidos.
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“Ellos estaban en un cañón, más o menos de, pueden ser, unos 300 metros de profundidad”, comenta Felipe Flores, coordinador del rescate de los migrantes.
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Ahí hallaron a cinco seres humanos desvalidos. Primero dos adultos y, con sus indicaciones, poco después, un hombre, su mujer y su hijo.
“Estaban deshidratados, el niño lo que pedía era agua y comida, fue lo que se les ofreció, se les hidrató”, dice por su parte Alejandro Salinas, otro de los coordinadores del grupo.
El padre, ya sin esperanzas, desfogo su angustia con lágrimas: "¡gracias!", le decía a los rescatistas. Sobre el coyote que presuntamente los guiaba se sabe que los abandonó y ellos llevaban más de 15 horas perdidos.
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En diálogo telefónico con los periodistas de la región, la madre del menor relató lo que vivió: “El momento más difícil era cuando mi hijo me decía que si nos íbamos a morir. Decía ‘¿mamá, nos vamos a morir?' Yo no sabía qué responderle, porque en verdad no sabía dónde estábamos. No teníamos agua, no teníamos comida”.
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Además, explicó por qué decidieron dejar Colombia, ayudados por un amigo: “Nos estaban amenazando con la vida de nuestro hijo, por unas vacunas que nos estaban pidiendo, por unos negocios que teníamos, unos locales. Él nos dice que tiene alguien que nos puede ayudar a cruzar a los Estados Unidos”.
Ya del lado estadounidense, ahora intentan sortear el laberinto legal para poder quedarse.
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La historia de otro migrante colombiano
Y tal como ellos, Jackson, otro colombiano extraviado en busca del sueño americano, llevaba dos días perdido en una zona montañosa de Tecate. El coyote lo envió solo, con la instrucción de que caminara y la promesa de que el trayecto sería corto. Lo hallaron deshidratado.
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“Se me acabó el agua y, a lo último no, ya no di más, me dio calambre en las piernas. Ya de lo mismo de estar tan deshidratado, ya me estaba dando como sueño, ya no tenía alientos de nada”, comenta.
Y es que este verano, extremadamente caluroso, es un peligro más. Por estos días es aún más probable sucumbir que lograrlo. Las altas temperaturas a las que se exponen son realmente peligrosas.