Milton Domínguez Moreno
era el tercero de siete hermanos. En una búsqueda por crear una nueva vida, el colombiano se preparó como instalador de paneles solares en el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) y decidió emigrar a Chile para desempeñarse como profesional, ya que en clase había visto que ese país se estaba desarrollando enormemente en la utilización de este tipo de energía.
En abril de 2021, aprovechando el éxodo de los venezolanos, Milton Domínguez llegó a la frontera, por el norte de Chile, y se entregó voluntariamente a las autoridades, quienes lo dejaron un tiempo en cuarentena dentro de una escuela de carabineros, a propósito de la contingencia por COVID-19.
En uno de los baños del recinto, el único disponible para ciudadanos migrantes, el colombiano contrajo un hongo en un dedo del pie derecho que con el tiempo se le empezó a necrosar. Con el fin de salvar su vida, los especialistas médicos que lo atendieron determinaron que la mejor opción era amputar su pie, a la altura de la rodilla.
En ese momento, Milton Domínguez vio frustrado su deseo de trabajar en Chile, ya que había quedado en condición de discapacidad y necesitaba sus dos piernas para llevar a cabo el trabajo para el que tanto se había preparado.
El Gobierno chileno se encargó de todo el proceso de curación y terapia para el colombiano, que poco después fue acogido por el Servicio Jesuita al Migrante. De acuerdo con Nancy Domínguez, hermana de Milton, en la institución le enseñaron a su hermano a trabajar en artesanías y, como él ya sabía arreglar aparatos tecnológicos como computadores y celulares, se dedicó a trabajar en esto de manera informal.
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Asimismo, el hombre desempeñaba otras funciones que le permitieran ganar algo de sustento para vivir. Sin embargo, el 19 de mayo de 2023, mientras trabajaba como cuidador de carros, la vida de Milton Domínguez fue apagada por unos marinos que estaban bajo los efectos de alcohol, quienes lo golpearon brutalmente con todo lo que encontraron, incluyendo sus propias muletas, hasta causarle la muerte.
El sábado 20 de mayo, la noticia llegó a los familiares de la víctima, que quedaron en shock luego de ver las fuertes imágenes que rodearon la muerte de Milton, que fueron registradas en video. Nancy Domínguez comenta que desde entonces solo han recibido atención por parte de instituciones chilenas y que no han podido entablar comunicación con la Cancillería colombiana.
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“La Cancillería emitió un comunicado, pero no nos han contactado realmente y estamos esperando”, asevera Nancy Domínguez.
En relación al crimen, cuatro marinos fueron detenidos por el delito de homicidio calificado y estarán en prisión preventiva durante 120 días, mientras las autoridades investigan los hechos ocurridos en la ciudad de Iquique. De ser hallados culpables, podrían pasar 20 años en prisión.
Entretanto, la familia de Milton Domínguez espera poder repatriar el cuerpo para darle sepultura en su país, al lado de sus seres queridos.
Según Andrea Espinoza, directora del Servicio Jesuita al Migrante en Chile, Milton Domínguez era un hombre resiliente que intentaba mostrar el otro lado de la migración, que va más allá del estigma que se tiene de los extranjeros latinoamericanos de que llegan únicamente a delinquir.
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“Ser migrante latinoamericano en nuestro país es riesgoso”, declara Espinoza, ya que, según ella, los medios de comunicación en Chile han tergiversado la realidad de los migrantes de esta población, pintándolos como criminales: “No es así con los migrantes europeos”.
Más que un asunto de xenofobia, Andrea Espinoza acuña el término de Adela Cortina de “aporofobia”, que tiene que ver con el rechazo y el desprecio hacia los pobres o las personas desamparadas. “La pobreza va más allá de la nacionalidad. Todo se asocia más a la situación vulnerable en la que vivía Milton”, asevera.
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Finalmente, señala que uno de los motivos por los que el colombiano no pudo mejorar su calidad de vida en el exterior tiene que ver con la forma en la que ingresó al país, de manera irregular, ya que Chile no permite la regularización de estas personas y, por ende, se les prohíbe tener un trabajo formal o alquilar un lugar para vivir. “Si no estás regularizado, no hay posibilidad de mejorar la calidad de vida”, puntualiza.