Aunque las banderas ondeaban a media asta en el palacio de Buckingham, propiedad del estado británico, la soberana se encontraba en su residencia privada en Aberdeenshire, Escocia, donde pasó sus últimas horas de vida con sus hijos y sus nietos.
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Este recinto de 20.000 hectáreas de bosques, huertos y plantaciones tenía un especial valor sentimental para la reina, allí pasaba vacaciones de niña con sus padres y su hermana, la princesa Margarita. Tras heredarlo en 1952, iba con sus propios hijos, sus nietos y bisnietos a ver los ciervos rojos, las ardillas y los urogallos que allí se encontraban.
Cabe resaltar que históricamente en momentos de tensión y duelo el castillo fue su refugio; tanto a principios de la II Guerra Mundial cuando la reina fue mecánica del Servicio Territorial Auxiliar como durante la muerte de Lady Di.
Ahora tras la partida de la reina más longeva y popular del Reino Unido, este lugar será un referente para la historia de la monarquía europea. Allí los integrantes de la corona realizaban senderismo, tiro al plato, caza, pesca y picnics.
Para la memoria del mundo la reina quedará inmortalizada montada a caballo y conduciendo su Range Rover en este gran palacio. Sin embargo, por los acontecimientos recientes, los británicos tendrán una imagen más, la del ataúd de Isabel II saliendo del gran portón rodeado de flores hacia el Palacio de Holyrood en Edimburgo.
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