Los pocos gritos que se pueden escuchar bajo los escombros en Siria tras el terremoto representan más que una vida. Pequeñas como Nour son toda una luz de esperanza en medio del desastre. Tras estar sepultada los rescatistas corrieron a salvarla.
Su padre, en medio de la impotencia, intentaba protegerla a la distancia y con el corazón en la mano le decía: “No tengas miedo, papá está aquí”.
Este rescate fue exitoso, ya que la pequeña ahora descansa en los brazos de su padre. Pero la alegría para esta niña en Siria contrasta con la dolorosa realidad para miles.
En un cementerio de Alepo, Yaaqoub al-Taha afirma que “cada cinco minutos enterramos los cuerpos de cuatro o cinco personas que murieron en el terremoto, no hemos parado desde la mañana; hasta ahora, enterramos más de cincuenta cuerpos y ayer enterramos alrededor de 85 personas. Que descansen en paz”.
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La identificación de las víctimas fatales en Siria, que según el más reciente conteo ya llega a 1.622, se ha vuelto todo un reto.
En varias zonas del país la maquinaria pesada ya empieza a remover los escombros, símbolo de que en esas partes hay poca esperanza de encontrar vida.
Búsqueda contrarreloj
"El tiempo se está agotando, cientos de personas continúan atrapadas bajo los escombros. Cada segundo puede salvar una vida", alertaron los Cascos Blancos, un grupo de rescatistas que opera en las áreas de Siria en manos de la oposición y que está liderando las operaciones en las provincias de Idlib y Alepo (noroeste).
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Los balances de víctimas están continuamente al alza, aunque dejan espacio para algún que otro halo de optimismo como el vislumbrado a primera hora de la mañana en la aldea de Millis, en Idlib, el último bastión opositor del país árabe.
Allí, casi 26 horas después del primer seísmo, los Cascos Blancos lograron rescatar con vida a un joven que permanecía sepultado bajo los escombros de un edificio de cinco plantas y cuya salvación arrancó la alegría de efectivos involucrados en la operación y los vecinos allí congregados.
En un video difundido por el grupo de socorristas, se puede ver como nada más que Ali comenzó a emerger de entre las ruinas sin lesiones de gravedad aparentes, todos los presentes erupcionaron en gritos de "Dios es grande", mientras el joven se incorporaba para abrazar a sus salvadores.
Menos suerte han corrido muchos de los otros 3.649 heridos contabilizados hasta el momento en Siria, un país donde el 70% de la infraestructura está destruida tras casi 12 años de conflicto armado y con capacidades limitadas para hacer frente a un desastre de esta envergadura.
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En el caso de las áreas opositoras, el sistema sanitario ya estaba "por debajo de la línea de referencia en servicios mínimos" antes de los seísmos y era "apenas suficiente en condiciones estables", dijo el ministro de Salud en el denominado Gobierno Interino de la oposición, Maram al Sheij.
"Nos falta de todo, nuestras clínicas y hospitales no están preparados para tal desastre. Necesitamos tener suministros para las unidades quirúrgicas y los hospitales de traumatología, necesitamos muchas cosas", advirtió Al Sheij.
Ayuda a cuentagotas
El ministro del Gobierno Interino, un órgano creado por la Coalición Nacional Siria (CNFROS), la principal alianza opositora en el exilio, destacó que Idlib y Alepo precisan ayuda para "todos" los centros médicos y para los equipos de rescate, además de albergues y alimentos para los afectados.
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Con la excepción de envíos puntuales desde las áreas de Damasco, estas regiones solo pueden recibir ayuda humanitaria a través del paso fronterizo de Bab al Hawa, que une el último bastión opositor del país con Turquía y que además ha sufrido daños a causa de los terremotos.
El portavoz de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), Jens Laerke, anunció en Ginebra que el cruce está impactado "en términos de estructura física, pero el personal local y los contratistas sobre el terreno también se han visto directamente afectados" por la tragedia.
Por otro lado, sí han llegado a las áreas controladas por el Gobierno de Al Asad al menos dos aviones iraquíes, uno iraní, uno argelino y uno ruso cargados con alimentos, suministros y personal de emergencias para ayudar a los afectados por la catástrofe.
No se espera que estos cargamentos, en su mayoría enviados por aliados de Damasco, sean compartidos con las áreas opositoras.
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Ya antes de los seísmos, Siria sufría su peor crisis humanitaria desde el estallido de las revueltas contra Damasco en 2011 y el posterior inicio de la guerra, con el 90 % de la población sumida en la pobreza, desabastecimientos de productos básicos y millones de personas desplazadas.
Por ello, el director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Mediterráneo Oriental, Ahmed al Mandhari, denunció que no hay que esperar a "eventos trágicos" como los terremotos para recordar la situación en Siria, que ya no venía recibiendo ni la mitad de la financiación requerida.