El coro de los prisioneros de la ópera Nabucco de Verdi sigue sonando frente al magnífico teatro de la ópera de Odesa, una especie de llamado a la paz en una ciudad que ha visto el desastre de la guerra.
Como un concierto sin público, así un centenar de músicos tocan ante un último puñado de periodistas que quedan en el espectacular puerto de Odesa, ahora bloqueado y en cuenta regresiva para una invasión. Los ciudadanos, dicen, están dispuestos a defenderlo con sus manos.
Niños que jugaban en la playa a hacer castillos ahora usan la arena para que sus padres armen trincheras y así proteger los tesoros de Odesa.
“Reúno arena para hacer barricadas y ayudo a llenar las bolsas manteniendo una abierta. Sí, soy valiente y fuerte", cuenta Mikhail, que ayuda a empacar los sacos de arena.
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"Ayudo a mamá y papá. Ato sacos y los alineo para que puedan usarse para construir un muro para nuestros soldados", dice otro menor.
Todos los días, casi 20 mil sacos de arena salen de la playa, 400 mil en dos semanas. De nueve a cinco, todos tienen un oficio común ahora.
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Unas 200.000 personas han salido de la ciudad. El alcalde, considerado hasta hace poco amigo de Rusia, hoy tiene claro dónde está su corazón.
"Es realmente muy difícil. La gente tiene miedo, pero tenemos más que eso: queremos ser libres. La gente sabe que viene el enemigo, pero queremos proteger nuestra tierra y nuestro hogar", explica Hennady Trukhanov.
Fundada a finales del siglo XVII, Odessa fue un referente del imperio ruso y un importante puerto comercial para la Unión Soviética.
Conocida como la perla del Mar Negro, está enclavada en el imaginario de los nacionalistas rusos y Vladimir Putin considera crucial reconstruir la llamada nueva Rusia, pero, para conquistarla, está dispuesto a destruirla.