Dorothy y Mark Wakefield, madre e hijo, murieron el sábado pasado, con siete horas de diferencia, por el coronavirus.
"Cuando mi abuela y mi tío fueron al hospital, no pensaron que nunca volverían a casa”, dijo Emily Murrell, familiar de dos nuevas víctimas del COVID-19 en Inglaterra, donde más de 50.000 personas han fallecido.
La joven afirmó que su tío seguía todos los protocolos indicados para evitar el contagio, ya que velaba por su mamá, que vivía justo al lado de su casa, en la ciudad inglesa de Stoke-on-Trent.
Por eso creen que pudo haber enfermado en un supermercado.
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Todo empezó cuando Mark perdió el sentido del gusto y el olfato, tenía tos y le costaba respirar. Su mamá tenía síntomas leves, pero ambos fueron trasladados al hospital el mismo día, en octubre pasado.
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La salud de él empezó a decaer y necesitaba oxígeno, aunque trataba de “mantenerse de buen humor”.
Sin ver mejoría, los médicos decidieron inducirlo a un coma.
Su mamá, Dorothy, estaba en otra habitación sin saber el estado de su hijo y le preguntaba a su familia si podía grabar un mensaje para él.
Al poco tiempo tuvieron que intubarla.
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A las cuatro de la mañana del sábado 7 de noviembre, la hija de Dorothy recibió una llamada: su mamá había fallecido.
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Pasaron solo siete horas y el hospital volvió a llamar, esta vez para informar que Mark también había muerto.
“Nuestro único consuelo es que ambos se fueron juntos, así que nunca estarán separados”, dijo Emily, que abrió una página para recaudar donaciones para los gastos que necesite cubrir la familia con el fallecimiento de esta madre e hijo inseparables hasta el final.