A sus 46 años, Jamil Rivers, originaria de Filadelfia, recuerda claramente el día en que su agotamiento llegó a un punto crítico. Mientras enfrentaba su tratamiento contra el cáncer de mama metastásico, se encontraba criando a tres hijos y manteniendo un trabajo de tiempo completo.
A pesar de la dureza de la quimioterapia, seguía adelante con una rutina que no le daba tregua. "Me decía a mí misma que tenía que seguir avanzando", relató Jamil en entrevista con People.
Sin embargo, un día, al llegar a casa después de un tratamiento particularmente duro, la fatiga se apoderó de ella de tal manera que hasta parpadear o respirar resultaba una tarea difícil. "Sentía que todo mi cuerpo estaba vencido", explicó. “Al ver la preocupación en los ojos de mis hijos, me di cuenta de que no quería que esa fuera la imagen que recordaran de mí”.
Sus tres hijos, que en ese entonces tenían 23, 13 y 11 años, eran su mayor motivación para encontrar una forma de cuidar tanto de ellos como de ella misma. Así fue como comenzó a explorar métodos de autocuidado que le permitieran sentirse mejor física y emocionalmente durante su tratamiento.
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La mujer con cáncer de mama comenzó a redefinir su cuidado personal
Jamil decidió que era hora de priorizar su bienestar, comenzando con sesiones de acupuntura y masajes, que le ayudaban a sobrellevar los efectos secundarios de la quimioterapia. También se conectó con varias organizaciones sin fines de lucro que le brindaron apoyo, desde transporte a sus citas médicas hasta recursos para ayudar a sus hijos a comprender mejor el cáncer y el proceso que atravesaba.
Estas iniciativas no solo mejoraron su calidad de vida, sino que la inspiraron a ayudar a otras mujeres en situaciones similares. Así nació The Chrysalis Initiative, una organización dedicada a guiar y apoyar a mujeres que enfrentaban el cáncer de mama metastásico. "Se puede vivir con cáncer de mama metastásico y tu vida no tiene que acabar por ello", afirmó Jamil con determinación.
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En 2018, Jamil fue diagnosticada con cáncer de mama en etapa IV, tras haber experimentado síntomas que inicialmente parecían ser un resfriado persistente. Al conocer las tasas de supervivencia desalentadoras, decidió no permitir que esas cifras determinaran su destino.
"Me di cuenta de que la responsabilidad estaba en mí. Tenía que esforzarme al máximo para asegurarme de tener la mejor calidad de vida posible", reflexionó al medio citado.
Mantiene un equilibrio entre la salud y la maternidad
Con el tiempo, Jamil se convirtió en madre soltera tras una separación y se enfocó en su bienestar y el de sus hijos. Su exesposo, quien superó el cáncer de colon y de riñón, siguió siendo una presencia importante en la vida de sus hijos, pero ella asumió el rol principal en su crianza.
La mujer dedicó gran parte de su tiempo a mantenerse al día con los últimos avances en la investigación del cáncer, siempre buscando formas de desafiar las estadísticas. Al mismo tiempo, valoraba profundamente los momentos cotidianos con sus hijos, como noches de películas o juegos en familia.
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"Cada uno de esos pequeños momentos me daba energía para seguir adelante", compartió. "Nos dábamos abrazos, nos reíamos, y eso me recargaba. Era lo que me impulsaba".
Sus hijos, a quienes describía como compasivos y atentos, aprendieron a adaptarse a la realidad de tener padres que en ocasiones necesitaban su ayuda. "Noté que eran muy observadores", explicó Jamil. "Si veían que estaba cansada, o que su papá lo estaba, de inmediato nos preguntaban si necesitábamos algo. Siempre estaban ahí, atentos".
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A pesar de los desafíos, Jamil esperaba que sus hijos, al recordar su infancia, la vieran más allá de su enfermedad. “Quería que, con el tiempo, cuando pensaran en mí, no me vieran solo como la mamá con cáncer, sino como la mamá que estuvo ahí para ellos, que los amó y que siempre luchó por estar lo mejor posible para ellos".
"Hice todo lo que estuvo en mis manos para estar aquí el mayor tiempo posible, y para cuidarme de la mejor manera posible, por el bien de mis hijos", concluyó.