
Con la Semana Santa, los fieles devotos al catolicismo suelen recurrir a obras literarias o cinematográficas para conmemorar a Jesucristo , el bastión sobre quien se estructura una de las religiones más profesadas del mundo. La Pasión de Cristo, película de Mel Gibson que salió a cines en 2004, se convirtió en una de esas obras icónicas a las que acuden miles de personas cada que llega la Semana Mayor, pues sus detalles, actuaciones e incluso su crudeza causan impacto en quienes deciden verla. No obstante, pocos saben por qué el director decidió hacer esa película con tal crudeza.
Y es que detrás de este éxito taquillero hay una serie de recopilaciones literarias, religiosas e históricas en las que se basó Gibson para crear su obra maestra. "La realidad supera la ficción", suelen decir quienes descubren que para la creación de esta impactante película se leyeron los libros de Clemens María Bretano, un famoso escritor del Romanticismo Alemán que se hizo famoso por plasmar en libros lo que vivió la beata Catalina Emmerick, una monja alemana que, según el mismo escritor, logró ver cómo fue la pasión de Jesucristo en carne propia.
La mujer nació en Alemania en el año 1774 y perteneció a una orden de monjas agustinas. Su vida, al igual que la de Jesucristo, estuvo rodeada de graves enfermedades y malestares físicos que la convirtieron en un ejemplo de sacrificio ante la Iglesia Católica. De hecho, según diferentes relatos de su vida, algunos citados por los Heraldos del Evangelio de El Salvador, todo inició cuando la mujer tuvo un sueño en el que divinidades le consultaron si aceptaba tener una vida de dolores y servicio, representada en una corona de espinas, o una vida de comodidades ilustrada en una corona de rosas. La mujer eligió el primer camino y, según reza el mito, al despertar de su sueño sufrió los mismos dolores y hemorragias de Cristo en su cabeza, como si la corona que eligió se la hubieran puesto en la vida real.
Emmerick ingresó a la orden religiosa en 1802 y duró varios años en el convento departiendo junto a otras monjas, pero desde sus 24 años empezó a sufrir de estigmas en diferentes partes de su cuerpo. Los estigmas, acorde con la Iglesia Católica, son aquellas heridas que algunos santos, durante su vida, sufren sin causa alguna. Estas suelen posicionarse en los mismos sitios en los que, acorde con esta religión, Jesucristo fue maltratado durante su pasión. De esta manera, la mujer solía sufrir de llagas en sus manos, sangrados en su cabeza y otros malestares físicos.
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En el convento empezó a sufrir de serias complicaciones de salud que, conforme avanzaban, la dejaron postrada en una cama durante los últimos 20 años de su vida. En este tiempo, y en medio de su malestar, la mujer empezó a tener visiones en las que, en otras palabras, viajaba en mente hacia la época en la que nació Jesús. La ahora beata logró tener detalles de la vida de María, la madre de Cristo, y de toda la infancia del Dios hecho hombre. Tal fue el revuelo de lo que veía que muchas personas influyentes de la época desearon conocerla, incluido Clemens Bretano, un famoso escritor incrédulo que decidió visitarla para comprobar lo que ella decía o desmentir sus palabras.
Los últimos años de Catalina Emmerick y sus impresionantes visiones sobre la pasión de Cristo
El hombre vio a Emmerick en Dülmen por primera vez en el año 1818 y, desde entonces, se convirtió en su fiel transcriptor. Fue tal el impacto de las visiones que Clemens escuchaba por parte de la mujer que decidió, durante cinco años, visitarla todos los días para plasmar en papel las impactantes predicciones y revelaciones de ella. Uno de los relatos más impactantes fue el de la pasión que vivió Jesucristo. En él, la monja describía minuciosamente el dolor que sufrió Jesús antes de morir, incluidas las conversaciones de la última cena, los gritos de dolor y las graves heridas que tuvo. Estos datos fueron revisados por Mel Gibson y sirvieron de inspiración para crear su película, al igual que diferentes evangelios bíblicos.
"Después que los alguaciles extendieron al divino Salvador sobre la cruz , y habiendo estirado su brazo derecho sobre el brazo derecho de la cruz, lo ataron fuertemente; uno de ellos puso la rodilla sobre su pecho sagrado, otro le abrió la mano, y el tercero apoyó sobre la carne un clavo grueso y largo, y lo clavó con un martillo de hierro. Un gemido dulce y claro salió del pecho de Jesús y su sangre saltó sobre los brazos de sus verdugos. Los clavos era muy largos, la cabeza chata y del diámetro de una moneda mediana, tenían tres esquinas y eran del grueso de un dedo pulgar a la cabeza: la punta salía detrás de la cruz. Habiendo clavado la mano derecha del Salvador, los verdugos vieron que la mano izquierda no llegaba al agujero que habían abierto; entonces ataron una cuerda a su brazo izquierdo, y tiraron de él con toda su fuerza, hasta que la mano llegó al agujero. Esta dislocación violenta de sus brazos lo atormentó horriblemente, su pecho se levantaba y sus rodillas se estiraban", se lee en un fragmento del libro 'La dolorosa pasión de nuestro señor Jesucristo', basado en las visiones de Emmerick.

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En 1823, el estado de salud de la monja se deterioró aún más. La mujer tenía úlceras en su espalda por mantener acostada y los estigmas, que se le abrían cada Viernes Santo, también le causaban gran dolor y malestar. La mujer falleció el 9 de febrero de 1824 y fue sepultada en el cementerio de Dülmen. Sus reveladoras visiones se encuentran consignadas en los libros 'La vida oculta de la Virgen María', 'Nacimiento e infancia de Jesús' o 'La dolorosa pasión de Nuestro Señor Jesucristo'. Muchos de estos fueron escritos por el autor previamente mencionado.