"Es excepcional porque en un zoológico nunca ha ocurrido, así que es increíble y, para el parque, por supuesto crea una atracción, una fascinación de parte del público, de la gente, de ver una tortuga albina gigante. La gente está deseando venir a descubrirla”, cuenta Philippe Morel, el director del Tropiquarim de Servion, el zoológico suizo donde permanece el pequeño animal de ojos rojos.
Según sus cuidadores, que la tortuga halla nacido allí, en un ambiente controlado, es una ventaja. No solo porque el color de su piel podría atraer depredadores, también porque a largo plazo "sin duda necesitará más zonas de sombra y prestar un poco más de atención a la luminosidad o ese tipo de cosas porque será más sensible", explica Thomas Morel, miembro del zoológico.
Esta lotería de la genética se ha visto en otros tres zoológicos en todo el mundo. Nacimientos contados con los dedos de la mano que sorprenden a la comunidad científica que las estudia.
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