La espía Ana Belén Montes, conocida como ‘la reina de Cuba’, fue dejada en libertad condicional. La arrestaron en 2001 tras descubrirse que proporcionó durante años información clasificada de Estados Unidos al gobierno de Cuba.
Montes, de 65 años, abandonó el penal de Carswell, en Fort Worth, Texas, este domingo, 8 de enero, y comenzó un régimen de libertad condicional por el próximo lustro en el país norteamericano.
La ciudadana estadounidense aprovechó su cargo de analista en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) para acceder a todo tipo de información clasificada y transmitirla al gobierno de Fidel Castro (1959-2008).
Lo hizo al menos entre agosto de 1992 y septiembre de 2001, según su auto de acusación, aunque el FBI asegura que espiaba para Cuba desde 1985.
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Montes trabajaba en el Departamento de Justicia en Washington en 1984, cuando llamó la atención de agentes cubanos al expresar su descontento con la política estadounidense hacia Centroamérica, aseguró la Policía federal en una biografía de la espía publicada en su web.
‘La reina de Cuba’ aceptó trabajar con la isla poco después y, para poder cumplir su misión, obtuvo en 1985 un cargo en la DIA, según la misma fuente.
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Para no levantar sospechas, la espía nunca se llevaba ningún documento del trabajo, sino que memorizaba los detalles y los escribía en un ordenador al regresar a su casa. Luego encriptaba esa información con un programa proporcionado por Cuba y la transmitía a agentes de la isla caribeña.
Un compañero de la DIA denunció a Montes en 1996 por temor a que estuviera bajo la influencia de los servicios de inteligencia cubana, pero las autoridades estadounidenses no abrieron una investigación contra ella hasta cuatro años después.
El FBI detuvo a Montes el 21 de septiembre de 2001, y la justicia la condenó a 25 años de cárcel en 2002, después de que ella se declarara culpable de conspirar para cometer espionaje.
Tras su detención, ‘la reina de Cuba’ declaró que una semana antes se había enterado de que la vigilaban, pero decidió no huir. Afirmó que estaba en su "derecho moral" de proporcionar información a La Habana y añadió que se sentía respetada por sus nuevos "camaradas".
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En la residencia de la espía, que había sido condecorada en 10 ocasiones por su trabajo como analista, encontraron el ordenador y la radio de onda corta que utilizaba para comunicarse con sus superiores cubanos.