Habituados a vivir aislados, quienes pasarán el invierno en este territorio envían mensajes de ánimo a sus familias confinadas en otras partes del mundo.
Mientras los contagios de coronavirus COVID-19 se expanden por el mundo, hay un solo continente que todavía respira aliviado: la Antártida.
Aunque este frío lugar de la tierra vive en un aislamiento constante, el virus hizo que fuera más extremo.
Gracias a estrictas medidas de control y un poco de fortuna, este territorio se mantiene libre del coronavirus.
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Desde que fue declarada la pandemia, el 11 de marzo, se cancelaron todos los viajes de turismo. El personal no indispensable fue trasladado y establecieron duros controles sanitarios.
Además, el contacto entre las 40 bases internacionales fue prohibido. Antes del virus la interacción era permanente con las misiones científicas emplazadas en las islas aledañas, la península antártica y el continente.
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Por fortuna, el inicio de la crisis sanitaria coincidió con el fin de la temporada de turismo, que cada año significa la llegada de unos 50.000 visitantes.
El último buque turístico que llegó a la Bahía Fildes fue el 3 de marzo, justo cuando en Chile se reportó el primer caso de coronavirus.
A partir de abril, las condiciones climáticas impiden drásticamente todo viaje de visitantes hacia o desde el continente antártico, dejando aislado al personal de las bases permanentes.
Habituados a vivir largas temporadas aislados, quienes pasarán el invierno en este territorio aseguran que no se deprimen. Incluso, ahora son ellos quienes envían mensajes de ánimo a sus familias confinadas en otros continentes.
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