Una espesa nube de langostas del desierto, que vuelan haciendo un ruido similar al de una llovizna y devoran todo lo que encuentran a su paso, azota a Kenia.
El frío las bloquea, por eso los pilotos aprovechan la madrugada, antes de que el sol las caliente y active, para rociarlas con pesticida. Buscan evitar que arrasen con los campos de trigo de y maíz de la zona, que alimentan a gran parte del país.
Desde mediados de 2019, las langostas se han venido desplazando entre Kenia, Etiopia, Somalia y otros seis países de África occidental.
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