En medio de normas de bioseguridad y tras una larga pausa por cuenta de la pandemia, el papa Francisco vio de nuevo a sus fieles cara a cara.
El sumo pontífice estuvo sonriente y saludó a los asistentes que lo esperaban con obsequios y ofrendas, en el patio de San Dámaso, al interior del Palacio Apostólico.
“Reanudamos nuestros encuentros cara a cara y no pantalla a pantalla, y esto es hermoso”, expresó.
Al menos 500 personas escucharon sus reflexiones en las que recordó la importancia de la solidaridad para enfrentar el COVID-19.
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“Todos estamos vinculados entre sí, para bien o para mal. Para salir de esta crisis mejor que antes tenemos que hacerlo juntos, no solos, juntos”, manifestó el papa.
Acompañado por un sacerdote libanés, que minutos antes le había extendido la bandera de ese país para su bendición, el papa hizo un llamado al diálogo y la paz en esta nación que se encuentra sumida en una profunda crisis política y social tras la explosión del puerto de la capital, el pasado mes de agosto.
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“Nos damos cuenta del extremo peligro que amenaza la propia existencia del país. El Líbano no puede abandonarse a sí mismo”, subrayó.
Francisco culminó su audiencia con una invitación a una jornada universal de oración y ayuno por ese país el próximo viernes 4 de septiembre.
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