Centenares de personas, entre turistas y locales, intentan salir de Acapulco en medio de la emergencia que dejó el paso del huracán Otis,
que causó 27 muertes. La desesperación crece entre los pobladores que perdieron sus viviendas y sustento. Además, están sin agua, sin gasolina, sin electricidad y sin comida.
La angustia aumenta con el paso de las horas y algunos han saqueado negocios en busca de alimento, pero otros aprovechan la tragedia para llevarse otras cosas, como televisores.
El huracán Otis destruyó parcialmente muchos edificios y dejó enormes agujeros en las paredes de las torres de gran altura. El presidente Andrés Manuel López Obrador llegó al lugar el miércoles por la noche, después de que su convoy encontrara caminos bloqueados por deslizamientos de tierra y otros escombros, lo que obligó a los funcionarios a caminar buena parte.
Algunos residentes lucharon durante horas entre el barro y los escombros en un intento de encontrar comida y refugio. "Acapulco es un desastre total. Ya no es lo que era antes", expresó Eric Hernández, de 24 años.
"Todas las tiendas habían sido saqueadas, la gente luchaba por las cosas. Así que decidimos caminar porque no quedaba nada allí", señaló.
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Otros dijeron que un río desbordado y puentes colapsados habían aislado a las comunidades cercanas a Acapulco, hogar de unas 780.000 personas. "La gente se quedó sin hogar, no hay electricidad", afirmó Israel Pérez, un panadero de 21 años.
Hay cuatro desaparecidos, tres de ellos soldados, dijo López Obrador después de regresar a la Ciudad de México. Calificó la tormenta de "desastrosa" y dijo que solo gracias a las acciones de las personas que buscaron refugio no hubo más muertes.
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Según las autoridades, la mayoría de las víctimas fueron arrastradas por ríos desbordados.
Las comunicaciones telefónicas comenzaron a reanudarse mientras se reabrió la carretera principal de la Ciudad de México a Acapulco.
'Como un terremoto'
Otis se intensificó rápidamente en cuestión de horas desde una tormenta tropical a la categoría más poderosa de la escala Saffir-Simpson de cinco niveles antes de tocar tierra, tomando a las autoridades por sorpresa.
"No tiene precedentes en el país en los últimos tiempos, no solo por la forma en que se fortaleció tan rápido sino también por la magnitud del huracán", indicó López Obrador.
La Organización Meteorológica Mundial describió el huracán como "uno de los ciclones tropicales que se intensifica más rápidamente jamás registrados".
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La gente relató una terrible experiencia cuando Otis tocó tierra durante la noche del martes al miércoles. "El edificio tembló como si hubiera un terremoto", dijo al canal de televisión Televisa Citlali Portillo, gerente de alojamiento turístico, y agregó que se había refugiado en una bañera.
La tormenta volcó vehículos e incluso dejó un automóvil en el lobby de un hotel de lujo, rodeado de vidrios rotos y escombros. Barcos de pesca y yates fueron arrastrados a la costa.
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José Luis Flores, un turista de 72 años de San Diego, Estados Unidos, dijo que sus vacaciones se habían convertido en una "tragedia". "Estamos desorientados. No hemos tenido comunicación con nuestros hijos. No tenemos señal. No hemos comido nada", sostuvo.
"No encontramos comida. Todas las tiendas ya están saqueadas", expresó Guillermina Morales, residente con las manos vacías. La situación es tal que algunos buscan en la playa de Acapulco, que parece un basurero, algo de alimento.
El gobierno dijo que había activado un plan de emergencia para llevar suministros esenciales. El ejército estaba distribuyendo 100.000 paquetes de alimentos y 800.000 litros de agua, y había más suministros en camino, según un comunicado.