Con la llegada de la variante ómicron , los países de la Unión Europea han intensificado las restricciones ya impuestas en los días más duros de la pandemia. Es el caso de Alemania que, con una decidida política para combatir la nueva ola de COVID-19 , no dudó en ser más drástica ante el aumento considerable de contagios, pero, sobre todo, de hospitalizaciones, uno de los factores más preocupantes y que revive los días más lúgubres desde el inicio de la emergencia sanitaria.
En medio de la transición de un gobierno saliente y otro entrante, Alemania no desvía su atención del actual y principal desafío del mundo, el COVID-19. Con restricciones a los no vacunados , el país europeo limita el disfrute para quienes se niegan a inmunizarse. Prácticamente, están vetados de la vida social y todo lo que ello implica. No podrán entrar a comercios no esenciales, restaurantes o lugares culturales y de ocio. Y se debate la vacunación obligatoria, como ya lo hizo Austria, cuya ley entrará en vigor en febrero del próximo año.
La cancelación en algunas regiones de los tradicionales mercados navideños, también hacen parte de las decisiones para hacerle frente al enemigo que creemos conocer, sin embargo, sus mutaciones son impredecibles.
En Italia el panorama es similar, el gobierno decidió adoptar las mismas medidas. Los no vacunados, una vez más, son excluidos de los lugares públicos. Además, para poder acceder al transporte público será necesario el certificado de vacunación o una prueba de COVID negativa.
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Las drásticas medidas han creado un descontento generalizado en una gran masa de ciudadanos del viejo continente, que ha estallado en múltiples choques en medio de una pandemia que lo ha complicado todo. La poca tolerancia y la crisis económica son principalmente la gota explosiva para desatar la furia de quienes además reclaman sus libertades sobre su salud y su cuerpo, ante la negativa de vacunarse contra el COVID-19.
El fin de semana la ciudad de Bruselas, en Bélgica, fue escenario de manifestaciones y protestas en contra de las nuevas restricciones que, entre otras medidas ya mencionadas en otros países, incluye el uso obligatorio del tapabocas para la mayoría de los niños de primaria.
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La época decembrina que este año se veía con ojos de optimismo ante una leve mejoría del virus en el mundo se ha visto amenazada por Ómicron y la innegable incidencia de los contagios en el planeta.
Aunque los alumbrados y algunos eventos, a diferencia del año pasado, se han realizado, la Navidad no vuelve a ser igual. Con más medidas incluso impuestas incluso en países como Brasil, uno de los más afectados por la pandemia.
La nueva realidad obligó a replantear los eventos de fin de año en numerosos lugares. Sao Paulo, el estado más poblado de ese país, decidió cancelar las celebraciones de Año Nuevo. Las cifras de COVID en Brasil han mostrado una ligera estabilidad y las autoridades regionales no quieren echar a perder lo que les ha costado miles de vidas.
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"Los periodos de Navidad y Nochebuena suelen provocar grandes aglomeraciones, lo que facilita la transmisión de enfermedades respiratorias como el COVID-19", dice un comunicado de la gobernación del estado de Sao Paulo.
Entre tanto, en Estados Unidos que también endurece sus medidas tanto a residentes como extranjeros, el alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, anunció que todos los empleados del sector privado deberán vacunarse obligatoriamente contra el COVID-19 a partir del 27 de diciembre. Según de Blasio, se trata de un ataque preventivo ante la propagación del coronavirus.
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Lo cierto es que con medidas, vacunas, antivacunas y cierres, la pandemia, como lo dijo la Organización Mundial de la Salud (OMS), "durará lo que el mundo quiera que dure".