Hablar de Emiratos Árabes unidos es hablar de turismo. En promedio, cada año, 20 millones de personas de todo el planeta llegan a sus ciudades más emblemáticas: Abu Dabi, la capital, y Dubái, la que muchos llaman la Nueva York de Oriente Medio.
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Precisamente, esta última megaciudad representa la opulencia y lo mejor de este país que se formó en 1971, es decir algo más de 50 años. Desde ese momento, los llamados padres fundadores de la pequeña nación de 9 millones de habitantes decidieron invertir los millones de petróleo en infraestructura de primer nivel. Incluso en la construcción de islas artificiales para ganarle terreno al mar.
Dubái es una ciudad de grandes avenidas, gigantescos centros comerciales con atractivo alucinante y tiene varias de las estructuras más grandes y modernas del mundo como el emblemático Burj Al Arab, el Burj Khalifa, este último con una altura de 829 metros.
“Tenemos muchas personas que deciden venir a los Emiratos árabes Unidos para hacer su vida y estamos muy abiertos al mundo, amamos ver la diversidad que nos rodea, es una diversidad que es muy normal, muchas personas viviendo en un mismo lugar en paz. Amamos esto de Emiratos Árabes Unidos. Es increíble poder explorar muchas culturas”, señala Alyazya Alghfeli, ciudadana emiratí.
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Y es que Dubái es hoy por hoy el quinto destino turístico más visitado del planeta, eso también la hace una de las ciudades más caras del mundo, es el reflejo de una muy bien diseñada mezcla de modernidad y tradición árabe. Pero si Dubái es descrestante, la capital de los Emiratos, Abu Dabi, no se queda atrás, es toda una joya en la que hay atractivos maravillosos como la gran mezquita Sheik Zayed.
Fue construida entre 1996 y el 2007 por iniciativa y obsesión del jeque Zayed bin Sultán Al Nahayan. La mezquita, que tiene un gigante centro comercial en el sótano, puede albergar hasta a 40 mil fieles y tiene muchos récords a su haber.
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Otra mole que causa mucha admiración es el Emirates Palace, un hotel lujoso y caro como muy pocos en el mundo. En sus habitaciones y pasillos hay adornos de mármol y oro, reservado solamente para delegaciones oficiales y jefes de estado que visitan los Emiratos.
Pero en medio de tanto lujo, recorriendo las calles de Dubái y de Abu Duabi, se encuentra lo mejor de su tradición cultural y sus raíces que nunca olvidan y que, por el contrario, lucen con el mismo orgullo que sus grandes construcciones.
Incluso, el desierto es uno de los grandes atractivos turísticos, junto a sus playas. Por ejemplo, el desierto Al Khatim es visitado por millones de personas cada año.
Allí las tradiciones nómadas de sus ancestros hacen parte del menú con el que reciben a los turistas. Una reconstrucción de lo que alguna fue Emiratos Árabes Unidos, que levantó todo lo que hoy tiene prácticamente de la nada y en la mitad de la nada.
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El museo Louvre Abu Dabi es tal vez uno de los grandes símbolos de la unión entre oriente y occidente y el más visitado en el mundo árabe, fruto de un convenio con los responsables del emblemático museo del mismo nombre en Francia.
Esta es la joven nación de Emiratos árabes Unidos, una amalgama de tradiciones, lujos, tecnología y futuro, un futuro que paradójicamente tuvo como fuente principal de financiación el petróleo, pero que hoy quiere lucir sustentable, respetuosa del medio ambiente y sobre todo autosuficiente, una palabra que aquí es como un mantra porque aseguran que el petróleo se va a acabar, pero el turismo, la cultura y la sostenibilidad, serán las claves para perdurar como nación y como sociedad.