El sufrimiento de la guerra lo han padecido desde hace ocho años los habitantes del Donbas, la zona independentista controlada por fuerzas afines a Moscú. Pese a un acuerdo de paz, el fuego cruzado ha persistido y, tras la invasión, se ha intensificado. En Donetsk las calles hablan por si solas.
El fuego cruzado no ha cesado desde el 2014, cuando los separatistas prorrusos se hicieron con el control del convulsionado Donbas. Son tropas simpatizantes de Moscú que defienden, a sangre y fuego, el plan que ejecutó Vladímir Putin en Ucrania el pasado 24 de febrero.
Aunque hay relatos de esperanza y algunos dicen que esas fuerzas prorrusas les han salvado la vida, el devastador escenario se expande por Donetsk.
La muerte es lo que se respira en varios lugares, como un edificio que la semana pasada fue blanco de misiles ordenados por Kiev, según lo informaron las autoridades de la autoproclamada República que solo Moscú reconoce, junto con Lugansk.
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