Dos familias estadounidenses viven un mal momento desde que la clínica de fertilidad a la que asistieron para ser padres cometió un error impensable: intercambiaron sus embriones. Ahora, una de las parejas pide que la institución de reproducción asistida sea regulada más estrictamente.
Después de intentarlo durante tres años, Daphna y Alexander Cardenale concibieron a su segunda hija en el 2019 con un tratamiento de fertilización in vitro.
“Soñábamos con tener dos niñas”, aseguró Daphna.
Pero la enorme alegría que sintieron se vio opacada luego del nacimiento de la niña, cuando la pareja descubrió que ella no se parecía a ningún miembro de la familia. Tras hacerle una prueba de ADN a los tres meses de edad, recibieron una noticia devastadora: la bebé no era su hija biológica.
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“Amamanté y me encariñé con un bebé que luego me vi obligada a entregar”, recordó la mujer.
El embrión de otra pareja fue intercambiado con el de los Cardenale y las dos familias vivieron el sufrimiento de entregar a las bebés que habían criado durante cuatro meses.
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“Perder la hija que conoces de nacimiento por una hija biológica que aún no conoces es una verdadera pesadilla”, dice Alexander.
Los Cardenale interpusieron una demanda contra su médico de fertilidad, el laboratorio y la clínica donde se realizó el procedimiento. El abogado de la familia asegura que en Estados Unidos establecimientos como peluquerías son más regulados que la industria de reproducción asistida, cosa que algunos médicos niegan.
“Somos inspeccionados cada dos años por el Colegio Americano de Patólogos”, afirma Jeffrey Steinberg, médico de fertilidad.
Se estima que el 2% de los bebés que nacen en ese país cada año son concebidos a través de esta tecnología. Por eso, los Cardenale esperan que esta demanda haga que ninguna otra familia viva su mismo dolor.