El temple y carácter de la reina Isabel II le permitieron ser soporte y certeza para su pueblo en tiempos difíciles. Su vida, evidentemente privilegiada, nunca estuvo libre de contratiempos y situaciones turbulentas.
Desde su llegada al trono, un panorama gris se dibujaba, pues eran tiempos tristes. La postguerra estaba vigente, todavía había hambre y muchas ruinas por reconstruir.
A eso se sumaron los problemas familiares: la intención de matrimonio de su hermana, la princesa Margarita, con el coronel Peter Townsend le planteó a Isabel II una delicada situación, pues políticos e Iglesia católica rechazaron rotundamente la unión.
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Ella supo manejar esa situación con inteligencia y persuasión.
Durante la Guerra Fría, la reina Isabel II descubrió que Anthony Blunt, uno de sus asesores más destacados, era un espía para la Unión Soviética.
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En junio de 1981, mientras la reina Isabel cabalgaba por las calles de Londres, se efectuaron disparos contra ella a muy corta distancia. Por suerte, los cartuchos eran de fogueo y el responsable de ese hecho, un joven de 17 años, fue condenado a pagar prisión.
Incluso, en julio de 1982, un intruso se coló en el dormitorio de la reina y se sentó en su cama. Por suerte, la situación no pasó a mayores y el sujeto fue detenido.
La reina Isabel II aprendió de sus ancestros reales que nunca se mostraba el sufrimiento. Ella logró con entereza sortear todos los inconvenientes que la vida le puso en el camino.