El iceberg A-68A ha sido catalogado como el más grande del mundo. En 2017 se desprendió de la Antártida y, desde entonces, este pedazo enorme de hielo de aproximadamente 4.200 kilómetros cuadrados, lo que podría ser casi tres veces la ciudad de Bogotá , ha ido recorriendo el Atlántico Sur.
Y sucedió lo que se venía pronosticando por semanas: el iceberg se fragmentó en varios pedazos y sigue desintegrándose mientras va a la deriva. Aún hay alarma por su cercanía al archipiélago de las denominadas Antillas del Sur.
“Un cambio de las temperaturas en las aguas sur y esto también genera un efecto sobre la migración de los peces y sobre los ecosistemas alrededor y, adicionalmente, un incremento que sumado al descongelamiento del casquete polar en el norte va a tender a generar un aumento en el nivel del mar”, explicó Camilo Prieto, ambientalista.
En diciembre ya se pronosticaba su fragmentación en varios pedazos. Desde el aire se veían las enormes grietas que se hacían evidentes por el deshielo, pero esta es una noticia de contrastes, pues hasta hace un mes su cercanía a la isla de San Pedro, en el archipiélago de Georgia del sur, había prendido las alarmas ante la posibilidad de impactarla.
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“Donde está la mayor reserva de pingüinos rey, de focas y también de millones de criaturas de la Antártida. Entonces el hecho de que se hubiera fragmentado prácticamente ya reduce ese riesgo, de ese efecto tan negativo que iba a existir”, señaló Prieto.
Se cree que el iceberg podría desintegrarse por completo con el tiempo debido al cambio climático, por lo que en los próximos años se esperan más desprendimientos.
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