La Corona es la institución más antigua del sistema de gobierno de Gran Bretaña. A diferencia de sus orígenes, ahora los poderes del rey como jefe de Estado, en este caso Carlos III, los otorga la Constitución.
Al día siguiente de las elecciones generales, el monarca invita al líder del partido que obtuvo la mayoría en la Cámara de los Comunes a convertirse en primer ministro y formar gobierno.
El rey se reúne con el primer ministro todas las semanas para hablar de los temas más importantes de la nación, en un intercambio de opiniones que se mantiene en absoluta confidencialidad.
Además, el monarca está obligado a la neutralidad política, pero se le permite ir en contra de los consejos del Gobierno, algo que nunca ha sucedido en los tiempos modernos.
El poder simbólico del monarca
Otra función representativa del equilibrio entre poderes es la instalación de las sesiones del Parlamento, que se lleva a cabo cada año. El rey lee en voz alta el programa del Gobierno en una ceremonia muy tradicional en Westminster.
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También disuelve formalmente el Parlamento antes de cada elección general.
Todos los proyectos de ley que salen del Legislativo están sujetos a la aprobación real. Por tanto, el monarca puede vetar una iniciativa e impedir que se convierta en norma.
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Por otro lado, el rey tiene el poder de nombrar personas para sentarse en el Parlamento y en la Cámara de los Lores, tan solo con el consejo de los ministros del Gobierno. También tiene la potestad de conferir títulos de caballero.
El poder religioso de la corona británica
En el área religiosa, el rey es el gobernador supremo de la Iglesia anglicana y tiene el poder de nombrar obispos y arzobispos con el asesoramiento de una comisión de la Iglesia.
Carlos III es jefe de Estado del Reino Unido y de otros 14 países miembros de la Commonwealth.
El monarca disfruta de privilegios en función de su papel y su dedicación completa al rol de máximo representante del país y jefe del Estado y de la Iglesia. Privilegios que suelen referirse no solo al mantenimiento económico de la familia real y su seguridad, sino también a cuestiones de inmunidad jurídica.
Privilegios que, en tiempos modernos, también causan polémica.
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"Entonces, la de la monarquía es una existencia muy precaria donde puede estar en el centro de nuestra adulación, pero también puede estar en el centro de nuestras críticas y miedos", señaló Harshan Kumarasingham, profesor de política británica de la Universidad de Edimburgo.
Una especie de jaula de oro a cambio de un permanente escrutinio público.
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"Cuando la gente habla de los privilegios, yo diría que las dificultades y el encarcelamiento superan con creces los privilegios. Así que no estoy segura de si uno debería esperar eso de la gente moderna", analizó Tina Brown, periodista y escritora.
Y ese es parte del debate en torno al papel de una institución histórica, que en opinión de muchos se ha quedado obsoleta. Una institución milenaria que carga con el peso de la historia a cuestas y que resulta a la vez controvertida y fascinante.