El presidente de Francia, Emmanuel Macron , asegura que el país no puede seguir paralizado y que la calle no le marcará la agenda.
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Como si la popularidad del presidente Emmanuel Macron ya no estuviese por el piso, tras adoptar por decreto su polémica reforma pensional, ahora le llueven críticas por un incidente un tanto más superficial.
Los televidentes notaron la ausencia de su lujoso reloj en un punto de una entrevista que concedió el mandatario el pasado miércoles, 22 de marzo. En redes señalan que el presidente se quita un reloj Rolex avaluado en unos 80.000 euros, es decir, más de 400 millones de pesos, mientras explica la necesidad de retrasar la edad de jubilación de los franceses.
Para muchos, esto es una burla a los sacrificios que le pide al pueblo.
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El Gobierno desmiente el valor del aparato. Sostienen que cuesta solo 2.500 euros y, además, justifican que el mandatario se lo quitó por un daño ruidoso.
Con o sin reloj lujoso, el descontento convoca a más manifestantes. Un grupo de jóvenes bloqueó el histórico Liceo Condorcet de París. Otro grupo de estudiantes que viajó desde París en bus se sumó entre cantos y pancartas a la huelga en la refinería TotalEnergies en Normandía.
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Macron asegura que la calle no le marcará la agenda, pero los hechos muestran otra cosa.
"Uso excesivo de la fuerza"
Macron enfrenta desde enero una fuerte oposición a su plan de retrasar la edad de jubilación de 62 a 64 años para 2030 y de adelantar a 2027 la exigencia de cotizar 43 años, en lugar de 42, para cobrar una pensión completa.
Tras semanas de masivas manifestaciones pacíficas, las protestas se endurecieron el 16 de marzo, cuando el presidente anunció su decisión de adoptar por decreto su reforma, ante el temor de perder la votación en el Parlamento.
Desde entonces, cientos de personas, en su mayoría jóvenes, recorren por la noche las calles de París y otras ciudades quemando contenedores de basura y palés a su paso, en su pulso con una policía.
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Una entrevista de Macron, en la que dijo "asumir" la "impopularidad" de su reforma y cargó contra la oposición, los sindicatos y los "sediciosos" manifestantes radicales, acabó de caldear los ánimos.
Un total de 457 personas fueron detenidas y 441 policías y gendarmes resultaron heridos el jueves, en protestas marcadas por "escenas de caos" en Rennes (oeste), cañones de agua en Lille (norte) y Toulouse (sur) y saqueos en París.