El impacto de la sonda DART contra el asteroide Dimorphos produjo la expulsión de más de cinco millones de kilogramos de material y demostró que la tecnología del impactador cinético es "una técnica viable" para potencialmente defender la Tierra de la amenaza de un objeto procedente del espacio.
La misión estadounidense DART, el primer intento para aprender a desviar un asteroide, logró el pasado septiembre su objetivo al modificar la órbita del asteroide Dimorphos, y Nature publica este miércoles, primero de marzo de 2023, los primeros análisis en cinco estudios internacionales.
DART era un impactador cinético sin carga explosiva, es decir, una sonda que, al estilo kamikaze, se lanzó a unos 6 kilómetros por segundo contra Dimorphos, un asteroide de tamaño similar a la pirámide de Keops que orbita a otro, Didymos, con el que forma un sistema binario.
A causa del impacto, el periodo orbital de Dimorphos alrededor de Didymos, que era de 11 horas y 55 minutos, se redujo en 33 minutos. Los expertos habían previsto que fueran unos siete minutos si el impulso de la nave se transfiriera directamente al asteroide en una colisión perfectamente inelástica, señala uno de los estudios.
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El gran cambio final en el período orbital "sugiere que el material eyectado aportó una cantidad significativa de impulso al asteroide más allá del que llevaba la nave espacial", escriben los autores del primer estudio, encabezado por la Universidad del Noroeste de Arizona (EE. UU.).
El impacto exitoso y el cambio resultante en la órbita del asteroide "demuestra que la tecnología de impactadores cinéticos es una técnica viable para defender potencialmente la Tierra si fuera necesario", indican los autores de otra de las investigaciones coordinada por la Universidad Johns Hopkins (EE. UU.).
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Entender cómo el impacto de la nave espacial modificó la órbita del pequeño asteroide arroja luz sobre cómo este enfoque podría ser capaz de proporcionar un sistema de defensa contra posibles colisiones de objetos astronómicos con la Tierra.
Otra de las investigaciones reconstruye el impacto, lo que puede ayudar a planificar futuras misiones y a predecir los resultados con mayor certeza, y otra describe la ubicación y naturaleza del lugar del choque, entre dos rocas, una de las cuales fue rozada por la sonda del tamaño de un frigorífico.
Una colisión que produjo la expulsión de más de cinco millones de kilos de material, según el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), del que han participado en los estudios otras instituciones españolas como el Instituto de Ciencias del Espacio (ICE), el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) y el Centro de Astrobiología (CAB).
Al excavar un cráter de impacto se lanzaron grandes rocas, pero muchas fueron debilitadas por el procesado espacial en la superficie del asteroide y preferentemente desmenuzadas por el impacto.
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Esas partículas "fueron inmediatamente lanzadas al espacio en dirección opuesta al proyectil como partículas de tamaño centimétrico hasta micrométrico, quedando entonces sometidas a la presión de radiación de la propia luz del Sol", según Josep Maria Trigo, del ICE-CSIC y coautor en varios de los estudios.
La misión fue seguida desde la Tierra por numerosos telescopios, incluida una red de ciencia ciudadana, además de por los ubicados en el espacio como el Hubble, que observó el penacho de eyecta (restos creados por el impacto).
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El Hubble tomó imágenes desde el mismo momento del impacto y hasta varios meses después de ese material para caracterizar su evolución.
Hasta la llegada de DART al sistema binario de asteroides, situado a 11 millones de kilómetros de la Tierra, poco se sabía de ambos, pero la cámara Draco a bordo de la sonda pudo obtener imágenes de alta resolución.
Gracias a ellas se pudo ver que la superficie de Dimorphos está sembrada de rocas como en los asteroides carbonáceos Bennu y Ryugu, además no se observa cráteres de impacto, lo que indica una superficie joven, aunque podrían ser difíciles de identificar en terrenos cubiertos de cantos rodados.
DART tuvo que detectar su objetivo de forma autónoma y con un conocimiento previo limitado del mismo, por lo que su éxito es para los investigadores "un primer logro clave en el camino hacia el avance de la tecnología de impactadores cinéticos hacia una capacidad operativa".
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La tecnología de impactadores cinéticos requiere de suficiente tiempo de alerta, al menos varios años, pero este primer paso para demostrar su viabilidad "alimenta -según los investigadores- el optimismo sobre la capacidad de la humanidad para proteger a la Tierra de la amenaza de un asteroide".