La pompa del traje y la majestad del cardenal de Múnich cuando visitó su pueblo impactó al pequeño Joseph Ratzinger y lo hizo decidir que quería convertirse en cura. Años más tarde se convertiría en el papa Benedicto XVI, quien sorprendió al mundo al renunciar a su papado en 2013.
Fue el menor de tres hermanos, nacidos en Baviera, Alemania, entró a los 12 años al seminario siguiendo los pasos de su hermano mayor. Corría el año 1939, cuando estalló la Segunda Guerra mundial.
El joven Ratzinger a sus 14, entró en las juventudes hitlerianas obligado por el ejército nazi, al igual que el resto de seminaristas.
En 1945 escapó, pero es identificado como soldado nazi y tomado como prisionero por el ejército aliado. Un año después fue liberado y regresó al seminario. En 1951 lo ordenaron sacerdote en la catedral de Frisinga junto a su hermano Georg.
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Ratzinger, el teólogo
Solo tenía 32 años cuando se convirtió en profesor de teología en la Universidad de Bonn. También enseñaría en otras prestigiosas universidades: en Münster, Tubinga y Ratisbona. Ratzinger fue un teólogo de alto nivel, autor de decenas de libros y ensayos.
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Dominaba 9 idiomas, fue miembro de varias academias científicas de Europa y recibió ocho doctorados honoris causa en diferentes universidades y como dato curioso, era piloto de helicóptero, aunque nunca aprendió a manejar carros.
Su participación en el concilio Vaticano II como asesor teológico del cardenal Josef Frings, su mentor, le ganó notoriedad en los corrillos de la Santa Sede.
En este momento el futuro papa sería reconocido como una de las mentes más liberales del concilio. En los salones de clase, también impulsaba discusiones que se alejaban de los esquemas tradicionales. Sin embargo, con el paso de los años se fue volviendo cada vez más conservador.
Fue nombrado arzobispo de Múnich y Frisinga y en 1977 cardenal. En el 81 fue requerido por Juan Pablo II para ser prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en Roma, una especie de vigía de la ortodoxia, así empezaría una relación cercana con el santo padre, con quien trabajó por 23 años.
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En este puesto, el cardenal Ratzinger defendió la doctrina católica y centró sus esfuerzos en disciplinar a los fieles en la visión oficial de temas como la homosexualidad y la anticoncepción, y contra la ordenación de las mujeres.
Pero a la sombra lo que pasaba en el seno de la Iglesia era el verdadero cáncer de la fe. Las miles de denuncias de pedofilia y abusos eran el monstruo de mil cabezas que acabaría por enlodarlo.
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Un reciente informe acusa a Benedicto XVI de inacción en cuatro casos puntuales de abuso sexual cuando se desempeñaba como arzobispo de Múnich, entre 1977 y 1982.
La investigación, que fue comisionada por la misma Iglesia católica, asegura que en estos casos, los agresores fueron transferidos y continuaron en su actividad pastoral en otras iglesias. El papa emérito Benedicto XVI siempre negó las acusaciones.
Aunque en algunos casos Ratzinger actuó. Reabrió el caso contra el padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, sobre quien recaían al menos 60 denuncias de abusos sexuales. En los dos últimos años de su pontificado, 384 sacerdotes fueron expulsados, pero, para muchos, fue muy poco y demasiado tarde.
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