El domingo 18 de junio de 2023 zarpó el sumergible Titán
con cinco turistas a bordo, que pretendían conocer los restos del Titanic, ubicados a una profundidad de 3.800 metros en la parte norte del océano Atlántico. Sin embargo, dos horas después de la inmersión, la nave perdió comunicación con el puesto de control y se declaró una situación de emergencia.
Tras perder el rastro de Titán, operado por la empresa privada OceanGate Expeditions, se comenzó una búsqueda inmediata del sumergible con la esperanza de hallar con vida a la tripulación. Luego de cuatro días de esfuerzos infructuosos, un equipo manejado a control remoto encontró los restos de lo que sería la nave, a unos cuantos metros del Titanic.
Acorde con algunos expertos, “una implosión catastrófica” habría sido la causa de la desaparición y destrucción del sumergible Titán, debido a la aplastante presión de agua que hay al fondo del océano. Si bien la nave estaba diseñada para sumergirse hasta 4.000 metros de profundidad, analistas advierten la posibilidad de un colapso.
Esta versión es apoyada por Carlos Augusto Romero, comandante de submarinos de la Armada de Colombia, quien sostiene que este tipo de accidentes pueden ocurrir cuando las naves se encuentran bajo el agua. “Un colapso es un riesgo al que nos exponemos”, asegura.
De acuerdo con el experto, un submarino puede llegar a profundidades de entre 100 y 600 metros, mientras que el sumergible Titán estaba diseñado para alcanzar los 4.000 metros. Sin embargo, a diferencia de los submarinos que pueden renovar el aire en el interior de la nave, el Titán tenía una cantidad de oxígeno limitada, por lo que su autonomía era de 8 a 10 horas antes de utilizar las reservas de emergencia.
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Romero, que viajó durante más de 20 años en submarinos, cuenta que la sensación de estar bajo el agua es similar a estar a bordo de un avión y que no se suelen sentir los cambios de presión a menos que exista un factor externo. Pero resalta que, en ocasiones, se siente cuando la estructura sufre debido a la presión ejercida por el cuerpo de agua.
Al conocerse la teoría de que el sumergible Titán pudo haber colapsado poco después de su inmersión en el agua, hay quienes consideran que al menos las personas que iban a bordo no alcanzaron a sufrir la angustiosa espera del rescate.
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En este sentido, Romero señala que ambos escenarios son “terribles", pero rescata que un colapso es súbito y los tiempos de la situación pasan muy rápido. “En caso de que el sumergible se hubiera quedado al fondo del mar sería una situación más compleja porque está la esperanza de que los encuentren y puedan salir a la superficie, pero en realidad es muy difícil”.
Otra de las situaciones que destaca el experto, y lo que más le impacta del asunto, es la impotencia en la que se encontraría la tripulación buscando una salida, ya que el Titán solo podía abrirse y cerrarse desde el exterior. “Dependes de un agente externo para ponerte a salvo. Es una carrera contra el tiempo”, dice.
Finalmente, asegura que uno de los factores que podrían haber incidido en la búsqueda es que la autonomía del sumergible no le permitía hacer largos desplazamientos, a diferencia de un submarino convencional, por lo que pudo ser localizado, o al menos los restos que quedaron.