El canciller Luis Gilberto Murillo anunció algunas ayudas para los colombianos que están en medio de la tragedia en España, se trata de auxilios para quienes deseen regresar al país. También se refirió a los compatriotas que han auxiliado.
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“He dado la instrucción de poder asignar los recursos del fondo de migraciones para que se pueda responder a las personas que quieran retornar o las personas que han sido impactadas en sus viviendas. Se van a expedir todos los pasaportes que requieren las personas que han sido víctimas de este evento natural de manera gratuita”, manifestó el canciller Luis Gilberto Murillo.
La Cancillería aseguró "el Consulado de Colombia en Valencia, en colaboración con asociaciones colombianas, ha establecido tres puntos de acopio para la recepción de ayudas. Ayer se entregaron cerca de 300 litros de agua a la población de Alfafar, una de las más afectadas. Hoy, el Consulado visitará Alfafar, Chiva, Sedavi, Buñol y Catarroja para repartir víveres y agua a aproximadamente 100 familias".
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La entidad agregó que su ayuda a los colombianos en el exterior se ha efectuado "siguiendo instrucciones del presidente Gustavo Petro. Desde el Ministerio de Relaciones Exteriores seguiremos brindando la asistencia necesaria para proteger a los colombianos en el exterior. El compromiso del Gobierno del cambio es garantizar el bienestar de los connacionales dentro y fuera del país".
Un ejército de voluntarios armados con palas, cubos, escobas, alimentos y pañales se movilizó este viernes para apoyar a las víctimas en el epicentro de las inundaciones más mortíferas de España en décadas.
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"Nos llevamos lo que teníamos en casa y ahora toca ayudar. Es emotivo, te pone la piel de gallina", dijo a la AFP el ingeniero Federico Martínez, de 55 años, mientras agarraba una pala al hombro.
Aunque la ciudad de Valencia, al este del Mediterráneo, se salvó de las inundaciones que mataron a más de 200 personas, los suburbios situados a pocos kilómetros de distancia se ahogaron en un destructivo mar de lodo.
Cientos de valencianos salieron a la calle cargando cuantos productos de primera necesidad pudieron para llegar a pie a las zonas afectadas durante un día festivo.
A medida que cruzaban los puentes en las afueras de la ciudad, el paisaje agrícola, una vez pintoresco, se transformó lentamente en un páramo cubierto de barro.
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"Menos mal que España está unida", dijo Alicia Izquierdo, quien junto a su hermana Marta empujaba dos carritos de compra repletos de comida.
Se dirigían a la casa de su hermano en Paiporta, un suburbio de Valencia en el corazón de la destrucción, pero conseguir suministros en el supermercado era un desafío debido a la grave interrupción del transporte.
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Tamara Gil no lo pensó dos veces antes de recorrer los tres kilómetros de campos y polígonos industriales que separan Valencia de Paiporta, donde trabaja como profesora.
Gil, preocupada, empujando un carrito con agua y otros artículos esenciales, dijo que "no sabe nada" sobre sus estudiantes o sus familias a pesar de una noche de llamadas telefónicas infructuosas el martes, cuando las inundaciones alcanzaron su punto máximo.
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Una vez en Paiporta, donde miles de supervivientes se las arreglan sin electricidad ni agua, los voluntarios fueron recibidos con una escena distópica de barro y coches volcados.
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Las autoridades han instado a la población a quedarse en casa, advirtiendo que las masas de voluntarios bien intencionados corren el riesgo de bloquear los servicios de emergencia.
Pero los ayudantes siguieron llegando, muchos de ellos cargando bolsas y contenedores de agua en el ayuntamiento, donde docenas de personas hacían cola en un punto de distribución de ayuda.
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Ramón Vicente, de 73 años, y su esposa Fausti sobrevivieron a una inundación en 1957 que dejó decenas de muertos en Valencia y marcó a generaciones de lugareños, pero la catástrofe de esta semana la ha eclipsado.
"Recuerdo eso y la ciudad necesitó mucho tiempo para recuperarse", dijo Vicente a la AFP, preocupado por dónde conseguir alimentos, agua y medicinas que habitualmente reciben de un hospital ahora inaccesible.
"Esto nos pasará factura a nosotros, los mayores".
Falta de organización
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Las calles de Paiporta eran un hervidero de actividad este viernes mientras los residentes y voluntarios retiraban con palas las olas de barro pegajoso de las casas y las tiendas.
En la iglesia principal de la ciudad, los voluntarios sacaron baldes llenos de agua que aún les llegaban a los tobillos.
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Pero algunos sienten que la falta de apoyo de las autoridades está minando la ola de solidaridad que inunda Valencia.
"Falta organización. La gente quiere ayudar pero no hay nadie que se organice", afirma Montse Fernández, una voluntaria de un pueblo al norte de Valencia que limpiaba el barro de una calle de Paiporta.
"No hay suficientes bomberos, no llegan las palas", añade Paco Clemente, un farmacéutico de 33 años.
Sosteniendo en sus brazos a su bebé de un mes, que dormitaba profundamente, Estefanía García se sintió afortunada a pesar de los infernales últimos días.
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“Hemos perdido los coches, parte de la casa, pero está bien, estamos vivos”, dijo.
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