El candidato de ultraderecha se impuso con un 46,7% de los votos. Lo siguieron Fernando Haddad (28,4%) y Ciro Gomes (12,5%).
Jair Bolsonaro se impuso en las elecciones presidenciales de este 7 de octubre en Brasil. No obstante, el candidato del Partido Progresista no alcanzó el requisito de 50% más uno para declararse vencedor en primera vuelta.
Por otro lado, Fernando Haddad, candidato del Partido de los trabajadores (PT) y sucesor de Lula Da Silva, apenas tuvo 27,2%. Lo siguieron Ciro Gomes del Partido Democrático Laborista (PDT) con 12,5%, Geraldo Alckmin del Partido de la Social Democracia Brasileña con 5% y João Amoêdo del Partido Novo con 2,7%.
A pesar de los contundentes resultados, Bolsonaro y Haddad tendrán que ir a una segunda vuelta el próximo 28 de octubre de 2018. En las últimas encuestas sobre esta eventualidad arrojaron un empate técnico de 44% para el candidato del PP y 42% para el del PT. C
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Sin embargo, en estos sondeos, Bolsonaro lograba tan solo el 32% de la intención de voto, mientras que en las urnas estuvo a punto de ganar en primera vuelta, solo le faltó un 2%.
Los últimos días fueron esenciales para que Bolsonaro lograra un multitudinario apoyo de evangélicos y los ruralistas no solo para él sino para sus aliados tanto en el senado como en la cámara de diputados.
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El crecimiento del candidato de ultraderecha fue directamente proporcional a la debacle del PT. Sondeos a boca de urna arrojan que Dilma Rousseff, expresidenta y candidata al Senado por Minas Gerais, no alcanzaría los votos necesarios para llegar al legislativo.
Curiosamente, después de la entrega de los resultados, Bolsonaro aseguró que no había gando en primera vuelta por probelmas en las urnas. Mientras que Haddad, agradeció al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, su mentor, y prometió "un Brasil democrático" si ganaba.
Alivio en el PT
En un hotel en el centro de Sao Paulo, donde Haddad prevé dar una conferencia de prensa, se escucharon gritos de júbilo y alivio al divulgarse los sondeos.
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En Rio de Janeiro, en el bar del hotel Windsor Barra, donde se espera que Bolsonaro hable con la prensa, el optimismo reinante a lo largo del día dejó paso a la preocupación.
Las próximas tres semanas deben poner a prueba la resistencia del candidato, que estuvo al borde la muerte tras recibir el 6 de septiembre una puñalada en el abdomen en un mitin.
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También lo coloca ante la obligación de conquistar aliados, pese a su alto índice de rechazo por sus propuestas de armar a la población para combatir la delincuencia, sus declaraciones misóginas, homófobas y racistas y su justificación de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985).
"Apoyo a Bolsonaro porque nuestro país precisa un shock de orden y él es el único hombre capaz de hacer eso por Brasil", dijo Lourdes Azevedo, de 77 años, pedagoga jubilada.
El resultado "es un poco decepcionante. Esperábamos ganar en primera vuelta. Ahora es más difícil. La segunda vuelta es un riesgo", agregó.
Haddad empezó a tender puentes con otros candidatos.
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La clave para que Haddad se acerque a los porcentajes de Bolsonaro reside en el centroizquierdista Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), que fue ministro de Integración Nacional de Lula y consiguió más de 125 de los votos.
Haddad recordó este domingo que como ministro de Educación de Lula trabajó junto a la ecologista Marina Silva y el centroderechista Henrique Meirelles, que presidió durante esa época el Banco Central. Ambos obtuvieron en torno a 1% de los votos, que a la hora de sumar pueden ser importantes.
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Gomes, en declaraciones a la prensa, dijo que discutiría con los líderes del PDT la posición en la segunda vuelta, pero adelantó ya un posible apoyo: "haré lo que hice toda mi vida, que es luchar por la democracia y contra el fascismo", declaró.
Bolsonaro y Haddad son los vencedores y al mismo tiempo los candidatos con mayor índice de rechazo.
Haddad, un exalcalde de Sao Paulo poco conocido en otras regiones, heredó una buena parte del electorado de Lula, sobre todo entre la población pobre que mejoró sus condiciones de vida bajo su gobierno (2003-2011).
Pero también heredó el odio que Lula inspira entre quienes le reprochan los escándalos de corrupción revelados por la Operación Lava Jato y la crisis económica en la que se sumió el país bajo el mandato de su heredera política Dilma Rousseff, destituida por el Congreso en 2016.
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El centro y las alianzas
Durante la campaña, Haddad "se olvidó mucho del centro, que es fundamental. Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces precisa esos apoyos ya. Son tres semanas, una campaña cortísima, y más aún tiene que pensar en la gobernabilidad, estableciendo compromisos con esos sectores", explicó a la AFP André César, de la consultora Hold en Brasilia.
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Bolsonaro, por su parte, recibió en la última semana apoyos de poderosos sectores, como los ruralistas y las iglesias evangélicas con los que tejió alianzas.
Pero debe lidiar con un historial de declaraciones racistas, misóginas y homófobas y con sus justificaciones de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985), que le valieron un amplio rechazo de mujeres y de las minorías.
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