Con megaciudades bloqueadas, cifras de infección en aumento y protestas esporádicas, la política del cero COVID de China llegó a un punto muerto, a medida que las autoridades persisten en tratar de contener el virus y al mismo tiempo mantener viva la economía.
Pekín registró el martes 22 de noviembre un nuevo récord de nuevos casos de COVID-19 en medio de un brote que está llenando la ciudad de restricciones como el cierre de escuelas y restaurantes o la imposición del teletrabajo.
Los principales brotes se ubicaron en la provincia de Cantón y la ciudad de Chongqing, con más de 16.000 y 6.300 nuevos contagios.
En la capital, los casos se dispararon en los últimos días, pasando de 621 el domingo a 1.438 el martes, un récord para la ciudad.
Publicidad
La segunda economía mundial mantiene su política de cero COVID que tan buenos resultados le dio al comienzo de la pandemia, con confinamientos repentinos, cribados masivos y largas cuarentenas.
Pero los brotes recientes ponen a prueba los límites de esta estrategia y las autoridades vacilan a la hora de aplicar confinamientos como el implementado en abril durante dos meses en Shanghái, que hundió la economía y la imagen internacional del centro financiero.
Publicidad
Tres ancianos de Pekín con enfermedades previas murieron con COVID durante el fin de semana, indicaron las autoridades, los primeros decesos por la pandemia en China desde mayo.
Aunque la capital ha evitado un cierre completo, sus autoridades pusieron numerosos edificios en cuarentena y requieren una prueba de coronavirus negativa de las últimas 24 horas para poder entrar en la mayoría de lugares públicos.
Durante el fin de semana, pidieron a los residentes que se quedaran en casa y evitaran viajar entre distritos.
Atracciones turísticas, gimnasios y parques fueron cerrados y eventos con grandes multitudes como pueden ser conciertos quedaron cancelados.Optimizar el impacto económico
China
anunció el 11 de noviembre una relajación de algunas medidas anticovid para "optimizar" el impacto económico y social de las medidas sanitarias, como reducir la cuarentena obligatoria para viajeros llegados del extranjero.
Publicidad
Algunas ciudades cancelaron las pruebas masivas de COVID la semana pasada, aunque algunas las reinstauraron después alegando dificultades para controlar la transmisión de la variante ómicron.
La ciudad de ShijiazHuang (norte), que había cancelado un testeo masivo, inició el lunes un confinamiento parcial y la de Cantón (sur) cerró algunos de sus distritos ese mismo día.
Publicidad
El enfado de la población por las restricciones aparentemente arbitrarias y las interrupciones repentinas ha estallado en numerosas protestas en los últimos meses, incluida la de Guangzhou, en el sur de China, este mes, cuando cientos de residentes salieron a la calle.
"La mayoría de los funcionarios en China saben que la política tal y como está ya no tiene sentido, pero nadie puede dejar de aplicarla ya que es la política de Xi y debe mantenerse", explicó Steve Tsang, director del Instituto SOAS de China en Londres.
Alfred Wu, profesor asociado de la Escuela de Políticas Públicas Lee Kuan Yew de Singapur, detalló que había una tensión creciente entre los objetivos del gobierno central y los de los funcionarios locales.
"El enfado proviene en realidad de los habitantes y también de los funcionarios públicos locales", cuyos recursos y tiempo se emplean de forma abrumadora en las medidas de "cero covid", subrayó Wu.
Publicidad
Para Huang, experto en salud en el Consejo de Relaciones Internacionales -un grupo de reflexión estadounidense-, un nuevo año de cero COVID provocaría "un trastorno de la economía china y podría hacer que las tensiones sociales llegaran a un punto de ruptura, lo que amenazaría la estabilidad del régimen e incluso podría provocar una crisis de legitimidad".
Pero, por el contrario, abrir el país demasiado rápido también es arriesgado, ya que China podría "enfrentarse a una ola viral acompañada de una mortalidad masiva, lo que haría desbordar rápidamente su frágil sistema de salud", advierte.