Katie Gee, originaria del noroeste de Londres, se encontraba en Zanzíbar, África Oriental, como voluntaria en una escuela local cuando ocurrió el trágico incidente que cambió su vida. Una noche, mientras se dirigía a una cena con amigos, un desconocido a bordo de una motocicleta se detuvo junto a ella y, sin mediar palabra, le arrojó ácido en el rostro, desfigurándola al instante.
Puede leer:
En medio del pánico, Katie reaccionó instintivamente. Corrió hacia un restaurante cercano que sabía tenía una ducha, con la esperanza de que el agua aliviara el intenso escozor y detuviera el avance del ácido que quemaba su piel y derretía su ropa.
"Sabía que era ácido porque mi piel se estaba volviendo verde y mi ropa se estaba deshaciendo", relató Katie en una entrevista al medio Need to know.
Aunque los transeúntes inicialmente no reaccionaron, una pareja se acercó para ofrecerle agua embotellada, un pequeño alivio ante el tormento que estaba viviendo. Sin embargo, la situación empeoró cuando Katie llegó al hospital local.
Publicidad
Allí, la trataron con una solución salina que pronto se agotó, y el centro no contaba con agua corriente para continuar lavando las heridas. Desesperada, Katie se trasladó a un hotel cercano, donde pudo usar la ducha de la piscina para intentar aliviar el dolor.
Volvió a su ciudad natal y se enfrentó a 70 cirugías
Al día siguiente del ataque, fue trasladada en un vuelo médico a Londres, donde ingresó en el Hospital Chelsea y Westminster. Allí comenzó un largo y doloroso proceso de recuperación que incluyó 70 cirugías, la amputación de una oreja y varios injertos de piel. Las quemaduras cubrían el 35% de su cuerpo, afectando su rostro, brazos, abdomen y piernas.
Publicidad
Los médicos, impresionados por la magnitud de sus lesiones, realizaron una serie de procedimientos quirúrgicos para reconstruir su apariencia. Utilizaron cartílago de sus costillas para crear una nueva oreja, y también recibió injertos de piel de donantes para cubrir las áreas más afectadas.
A pesar de todos los esfuerzos, su cuerpo estaba marcado por cicatrices rojas e irritadas que le recordaban constantemente el brutal ataque.
"Cuando me vi por primera vez en el espejo, no me reconocí. Sentí que no era la misma persona", compartió Katie. La joven confesó que durante los primeros años de su recuperación luchó con la idea de aceptar su nueva apariencia, una batalla emocional que se sumaba a su dolor físico. Sin embargo, poco a poco, con el apoyo de su familia y amigos, comenzó a recuperar su confianza.
Su vida después del ataque con ácido
A lo largo de cinco años, Katie se sometió a diversas intervenciones quirúrgicas y rehabilitación para mejorar su calidad de vida. Pero más allá de las operaciones, su verdadera transformación fue interna.
Publicidad
Aprendió a no dejar que su apariencia definiera su valor, a rodearse de personas que la apoyaban incondicionalmente y a buscar nuevas motivaciones en su trabajo y relaciones.
"Me di cuenta de que la vida es demasiado corta para preocuparme por lo que piensen los demás", declaró Katie. A través de esta mentalidad, comenzó a reconectar con la vida social y profesional, centrándose en recuperar un sentido de propósito.
Publicidad
Una voz para las víctimas de ataques con ácido
Katie Gee es una defensora activa de las víctimas de violencia con ácido. Aunque el hombre que la atacó nunca fue capturado, ella ha decidido no enfocarse en el odio ni en la venganza, sino en usar su historia para inspirar a otros.
A través de sus plataformas en redes sociales, comparte mensajes de apoyo y empoderamiento para quienes atraviesan situaciones similares, animándolos a no perder la fe en sí mismos.
"Las redes sociales pueden ser un lugar difícil", admite Katie, pero insiste en la importancia de filtrar las influencias negativas y rodearse de personas positivas. Para ella, documentar su recuperación ha sido clave para medir su progreso y mantenerse fuerte en los días difíciles.
"Estoy feliz de estar viva y saludable", concluyó en la entrevista.
Le puede interesar:
Publicidad